Una gota de Yucatán en el D.F.

Esta edición de la Semana de Yucatán en México no fue sólo el bocado gastronómico que ansiaban los asistentes, fue también alimento del alma en la poesía y el humor yucateco.

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Gracias a la gentileza de la Sedeculta y a su titular Roger Metri, tuve el gusto de participar en la Semana de Yucatán en México, celebrada en el Palacio de los Deportes.

Imagine el lector ese tremendo espacio lleno de bordados, colores, sabores, olores a marquesita, canciones y comedia. El lugar estuvo a reventar, fui testigo de cómo artesanos y empresarios yucatecos pusieron sus productos para deleite de los defeños. 140 artistas fueron el verdadero plato fuerte para  16,000 espectadores.

Llamó mi atención una serie de comentarios y reclamos locales sobre la programación, cuestionando que siempre van los mismos. No me queda claro tal cuestionamiento, me parece incluso falta de información,  pues en mi caso y en el de las actrices que me acompañaron, es la primera vez que participamos, al igual que la Compañía de Danza Clásica de Yucatán.

No quiero pasar por alto el trato amable de Martín Maldonado, quien pone en primer plano su experiencia operativa para entregar eventos impecables como éste. El escenario funcionaba como un engranaje perfecto y variado: artistas subiendo y bajando para que los espectadores conocieran una gotita de Yucatán.  

El público va por la trova, las canciones yucatecas y sus cantantes. Si algo fuera de su disgusto, no abarrotaría el lugar ni aplaudiría de pie. Hay que verlo para entenderlo; yo fui testigo y por eso lo afirmo: vi al Ballet Folklórico del Gobierno del Estado bailando con el alma e impresionando al público que prácticamente saltó de su asiento para bailar con ellos.

No es fácil que el público se sienta tan complacido como para subir al escenario y “bailar” jarana como Dios le dé a entender. Dicen que la música es el alimento del alma.

Esta edición de la Semana de Yucatán en México no fue sólo el bocado gastronómico que ansiaban los asistentes, fue también alimento del alma en la poesía y el humor yucatecos que tanto gusta a la gente de fuera. Creo en la crítica y que toda observación es bienvenida, pero creo también en que no podemos pasar por alto trayectorias impecables como la del señor Sergio Esquivel: un compositor y cantante pleno de carisma, un lujo de Yucatán compartir a un tipo como él.

Confieso que me sentí privilegiada de ser yucateca, de levantar la mirada y decir: esto que llena el Palacio de los Deportes es apenas una gotita de nuestro incomparable Yucatán,  para compartirlo todo no basta una semana, se necesita una vida, pero, para ser una semana, fue impecable y extraordinaria; como nuestro Yucatán.

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