En aquellos días de marzo de 1940 en que se fundó el PAN yucateco, los legisladores federales de nueva cuenta negaban el derecho de voto a las mujeres con los despreciables argumentos de que se provocaría agitación política, que no estaban capacitadas para ejercerlo y ponían en peligro las conquistas revolucionarias. No es raro pues que en esa primera hora y por sus principios varias damas yucatecas fueran activas participantes de la lucha panista.

Destacan las regias figuras -que hay que rescatar- de doña Manuela Casares de Robleda, primera candidata al Senado y consejera nacional por el PAN yucateco, y su hija Carmen Robleda Casares de Solís Aznar, candidata a diputada federal y primera mujer en ser secretaria general del PAN yucateco.

El primer triunfo reconocido al PAN en Yucatán fue hasta 1958 en la figura de Eduardo Molina Castillo como diputado federal desconocido por el PAN, ya que en protesta por el fraude de esa época se le pidió no aceptar el cargo, cosa que se negó a hacer.

De allí hasta 1967, con el triunfo del Lic. Víctor Manuel Correa Rachó, que ganó la alcaldía de Mérida en proporción de 3 a 1. En esa misma elección la diputación del distrito 1 se ganó en proporción de 3 a 1 y la del distrito 2 en proporción de 4 a 1. Fue hasta finales de los años 80’s en que se dieron de nueva cuenta sonados triunfos panistas.

Se podrá o no estar de acuerdo con el PAN, pero es innegable su contribución a la democracia y a la libertad en Yucatán y en México.

Se dice que en la historia de la humanidad sólo subsisten las organizaciones que tienen alma. De allí la persistencia panista en Yucatán a pesar de fraudes y condiciones adversas.    

En tiempos de excesivo pragmatismo como los que vivimos, son estos valores, mística e historia los que deben persistir para poder subsistir y seguir siendo instrumento valioso de la sociedad.