Una mala consejera
Cuando hay pobreza, hambre y desesperación en la sociedad cualquier cosa se puede esperar.
La pobreza –el hambre- es la madre de muchas desgracias y motor de la desesperación. Y se sabe que cuando hay desesperación de las sociedades y de las personas cualquier cosa se puede esperar. Este preámbulo viene al caso de la situación que hoy se vive en México, cuyas cúpulas insensibles y ajenas a la realidad son las únicas que no parecen darse cuenta de lo que en la vida cotidiana de millones de personas ocurre.
En el ámbito que usted quiera: de la justicia, de la economía, de la seguridad, con cifras de la Cepal, de la OCDE, del propio gobierno, todo nos está diciendo que el camino por el que vamos no es el adecuado, pero nada: la “clase política” –que sí tiene clase- se mantiene en sus trece. En la pelea simulada (luego de darse dos o tres arañazos en las cámaras y para las cámaras, se ponen de acuerdo para que lo que salga esté alineado con sus intereses), en el reparto de la dádiva y el abrazo hipócrita a mocosos (su breve baño de pueblo), la sonrisa fresca y limpia de la mañana para los noticieros de TV y radio… la imagen.
Hoy que es Viernes Santo –y la ocasión es propicia para reflexionar- invitaría a quienes tienen poder a que, después de degustar los sabrosos frutos del mar y los buenos vinos con que suelen acompañarlos, se detengan a pensar si lo que tienen es justo ante el mundo de carencias en que viven quienes por ellos votaron. No se olviden que la desesperación es mala consejera y que muchos en este país ya no les creen ni les quieren.