Una mirada más
Ese amor que entra por lo ojos puede matar, pero a veces no hace sino algo peor: dejarte vivo para verlo, cada noche, cada mañana y, en un día, morir y volver a vivir...
El amor hoy no, y dejaré de abusar de mí, dejaré de permitirme verle, dejaré de sentirme morir.
Y lo repito cada día a cada hora, a cada momento en que pronuncio su nombre, pero al final del día su rostro termina reflejado en lo oscuro de mis ojos.
Y termino odiándome y amándole, rogándole y odiándome otra vez, envuelta en sus palabras, cobijada con lo cálido de sus palabras, resguardada bajo la delicada intensidad de su tortura.
Y me intento convencer, permitiéndome el beneficio de la duda de un momento sin él, pero no, y abuso una vez más de mí abusando de él. Y así, vistiendo únicamente un labial rojo, decido marcarlo de por vida con mi vida, al menos por una noche, una noche me puede bastar, quizá, para recaer mañana, deshecha, enamorada. Una noche cada noche.
En este momento, lo único que lo separa de mí es mi mirada, extraviada en su propia perfección, mientras suspira divertido, arrepentido, fascinado, fastidiado con la mezcla de inocencia y perversión que huye de mí para irse con él. Y justo en ese momento me permití mirarle una vez más, y me sentí morir.
Quizá fueron mis palabras, quizá fue lo ridículo de mis palabras, quizá y sólo quizá fue lo ridículo del amor escapándose de mí otra vez, pero no, no puedo fingir, con eso no, con el amor no.