Urticaria y otros demonios

No dije que se eliminara la letra HACHE, sino las haches rupestres. Es decir, las que nos vienen de la edad de piedra.

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No seré yo el que alivie el prurito de la urticaria crónica que a mi amigo, el periodista  Martiniano Alcocer, le produjo un discurso del siglo pasado  de don Gabriel  García Márquez (para sus detractores) y que se  agudizó con el “panegírico” que  dediqué al Gabo (para sus lectores), causándole  un edema angioneurótico, que amenazó  con cerrar su laringe, por lo que tuvo que recurrir a la escatología para evitar  ahogarse.

Pero dejemos que el Gabo, responsable de su mal, sea el que aplique el anti histamínico: “Sería absurdo que los que guardan la virginidad de la lengua estuvieran contra sí mismos. Pero la mayoría parece haber hablado sin conocer el texto completo de mi discurso. Dije que la gramática debería simplificarse, según el diccionario de la academia significa ‘hacer más sencilla, más fácil o menos complicada una cosa’. También dije que humanicemos las leyes de la gramática. Y humanizar, según el mismo diccionario tiene dos acepciones. La primera: hacer a alguien o algo humano, familiar o afable. La segunda, en pronominal: ablandarse, desenojarse, hacerse benigno.

¿Dónde está el pecado?”.                                                                                                                                   

“Por eso dije y repito que debería jubilarse la ortografía. Me refiero, por supuesto, a la ortografía vigente, como una consecuencia inmediata de la humanización general de la gramática. No dije que se eliminara la letra HACHE, sino las haches rupestres. Es decir, las que nos vienen de la edad de piedra. No muchas otras, que todavía tienen algún sentido, o alguna función importante, como la conformación del sonido che, que por fortuna desapareció como letra independiente”. 

“No faltan los cursis de salón o de radio y televisión que pronuncien la Be y la Ve como labiales o labiodentales, al igual que en las otras letras romances. Pero nunca dije que se eliminara una de las dos, sino señalé el caso con la esperanza de que se busque algún remedio para otro de los grandes tormentos de la escuela. Tampoco dije que se eliminara la GE o la JOTA. Juan Ramón Jiménez reemplazó la ge por la jota, cuando sonaba como tal, y no sirvió de nada. Lo que sugerí es más difícil de hacer pero más necesario: que se firme un tratado de límites entre las dos para  que se sepa dónde va cada una”.

“El deber de los escritores no es conservar el lenguaje sino abrirle camino en la historia. Los gramáticos revientan de ira con nuestros desatinos pero los del siglo siguiente los recogen como genialidades de la lengua. De modo que tranquilos todos: no hay pleito. Nos vemos en el tercer milenio”.

Si estas terapéuticas  precisiones,  hechas al periodista Joaquín Estefanía en 1997 por el  Gabo, no alivian la enfermedad de mi amigo y si las molestias persisten, entonces el padecimiento es otro: cólera, en los tiempos de la soberbia y que irremediablemente  conduce a la peste del olvido. 

P.D.: La excesiva sudoración se cura igual con hache que sin hache, pero no el hipocondriaco que sufre males inexistentes.

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