¡Vaya bien!
Rodeado de escándalos desde hace algunos años, Juan Carlos I soportó hasta lo que pudo decenas de crisis económicas en su país.
Pues resulta que abdicó, o sea, renunció, dejó su chamba, el Rey Juan Carlos I, de la finísima dinastía de los Borbón (un buen trago, sin duda alguna). Después de 39 años y pico, ya que subió al poder el 22 de noviembre de 1975 a la muerte del dictador Francisco Franco el 20 del mismo mes, el monarca español decidió que era tiempo de regresar a cazar elefantes, mínimo al parque zoológico Centenario de Mérida, y pasar más tiempo con alguna damita que le sobe su caderita, ya lastimadita desde hace un buen tiempo.
Es así como España y sus provincias (casi todas con ganas de separarse del poder central que radica en Madrid) recibieron la noticia hace dos días: el rey Juan Carlos se va a reposar sus 76 años de edad y cede el poder a su hijo Felipe, un pan sin sal, que parece vivir a la sombra de su esposa, la princesa Letizia, una ex periodista con cautivante personalidad.
Rodeado de escándalos desde hace algunos años, Juan Carlos I soportó hasta lo que pudo decenas de crisis económicas en su país (claro está que a él y a su distinguida familia nunca les faltó un plato de fabada con chorizo, mínimo una paellita con camarones estilo sopa “Maruchan”, uno o dos deshidratados en medio de fideos prefabricados), su “osada valentía” de cazar paquidermos en Africa con rifle marca Rambo, sus deslices amorosos que fingió nunca ver su esposa, la reina Sofía, y, algo más reciente, que su hija mayor, casada con un vividor, esté involucrada en un megafraude con saldo de millones de euros perdidos quién sabe dónde.
Pero fue honesto el Rey que se atrevió a gritarle: “¡Por qué no te callas!” al fallecido presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, durante una reunión de tantas que, al final, sirven para dos cosas: para nada y para un cara… melo. Juan Carlos, ya bastante cansado, optó por hacerse a un lado para promover a su primogénito y orgullo de toda su sangre “borbonesa”, aparte del ego y el linaje acumulado que, en realidad, sólo sirven para un transitar inútil en la vida.
Chequen el triste ejemplo del príncipe Carlos de Inglaterra: se le escapó en vida Lady Diana y se quedó con Camila Parker, una tipa más “gris” que la senadora panista por Yucatán, Rosa Adriana Díaz Lizama, quien por cierto viajó a España para un homenaje a Octavio Paz. ¿Habrá leído alguna obra del Nobel de Literatura mexicano?
PRIMERA CAIDA.- Así como Juan Carlos I decidió abdicar a su nada despreciable chamba, tal deberían de imitarlo, por ejemplo, el gobernador priista de Michoacán, Fausto Vallejo, quien no se defiende (y menos gobierna) ni con la “autodefensa” más pitera de su entidad.
SEGUNDA CAIDA.- No sería descabellado que, por salud económica, renunciara el secretario de Hacienda mexicano, Luis Videgaray, cercano del presidente Enrique Peña y quien demostró que, simplemente, no le salen las cuentas.
TERCERA CAIDA.- ¡Que abdiquen en caliente numerosos peloteros de los Leones de Yucatán, por maletas, y también el “Piojo” Herrera por su derrota, el martes, ante Bosnia!