Vecinos de las Lomas en pie de guerra

Ocurre, como todo mundo sabe, que el actual aeródromo de la capital de todos los mexicanos está totalmente saturado y que, en las horas punta, los aviones vuelan a mínimas distancias entre ellos para aterrizar.

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En una de mis caminatas por Ciudad de México, me encuentro con unas pancartas exhibidas en las fachadas de varias casas: los vecinos reclaman que se haya cambiado la trayectoria de aproximación al aeropuerto “Lic. Benito Juárez García”. Ocurre, como todo mundo sabe, que el actual aeródromo de la capital de todos los mexicanos está totalmente saturado y que, en las horas punta, los aviones vuelan a mínimas distancias entre ellos para aterrizar.

De hecho, el accidente en que murió Juan Camilo Mouriño se debió a la excesiva cercanía del Learjet en que viajaba con el avión, mucho más grande, que le precedía: los controladores aéreos advirtieron a los pilotos que debían reducir la velocidad para mantener la debida separación y evitar así los efectos de la turbulencia de estela–es decir, los vórtices (torbellinos) de aire que gira violentamente, creados por los extremos de las alas de los aviones cuando se desplazan (y que duran hasta tres minutos luego de que haya pasado el aparato)— que pudiera desestabilizar su nave pero, por una razón u otra, la tripulación desatendió las instrucciones y, con los pocos márgenes de maniobra debidos a la baja velocidad y la altura relativamente reducida, el jet del antiguo secretario de Gobernación perdió sustentación y se precipitó a tierra.

Pues bien, las autoridades de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) decidieron, en mayo de este año, modificar la ruta que siguen los aviones y, en lugar de desplazarse por la radial 160 (en el lenguaje aeronáutico, una radial es una suerte de línea en el espacio orientada hacia cualquiera de los 360 grados en que se divide la circunferencia de la tierra, proporcionada a través de las radiofrecuencias que emite la estación terrestre VOR más cercana a la aeronave) los aparatos deben dirigir la trayectoria hacia la radial 168 lo que, en los hechos, significa que no siguen el Anillo Periférico luego de aproximarse a unos diez mil pies sobre San Mateo sino que se desvían un poco hacia el oeste y sobrevuelan las partes bajas de las Lomas de Chapultepec, entre otros barrios que hasta ahora no habían sobrellevado, como tantísimos otros de la capital de todos los mexicanos, el ruido de los reactores.

Lo llamativo del asunto —y aquí es donde un tema local se vuelve de interés colectivo en tanto que refleja directamente los comportamientos y tendencias actuales de la sociedad mexicana—es la oleada de desinformaciones, jeremiadas, mentiras, acusaciones, infundios, protestas y falsedades que han brotado a partir de un decisión de la DGAC que, en principio, parece meramente técnica (el cambio de la ruta, al ampliar el área del último giro hacia la izquierda, añade más distancia a la trayectoria recta de aproximación final, cuando los aviones ya están enfilados hacia la pista, y eso permite una mayor maniobrabilidad).

Los ciudadanos más quejumbrosos, aparte de combativos, parecen ser los de las Lomas, que han creado inclusive un sitio de Internet (www.rutaaerea.org) y presentado ocho amparos en los juzgados para revertir la disposición de las autoridades aeronáuticas.

Y no ha estado tampoco ausente la voz del periodismo tremendista para reseñar que “un golpe de más de 80 decibeles despierta, cada día y de forma abrupta, a 53 colonias […] la vibración de los edificios no se disipa con el paso del avión; se queda unos segundos extra con la turbulencia de estela […] aparte de padecimientos nerviosos, los colonos indicaron que debido a la altura tan baja de los vuelos su patrimonio vibra […] las altas cantidades de contaminantes regadas por los aviones no les permiten realizar actividades físicas”. ¡Ave María Purísima!

¿Qué suerte de ciudad se volvió de pronto la capital? Pero, por favor, ¿no volaban ya los aviones sobre la Del Valle y San Pedro de los Pinos —aparte de Polanco—, y no llevan décadas enteras pasando por encima de la Torre SCT, en la colonia Narvarte, y no se acercan —ahí sí, a una altura más baja (y haciendo más ruido, por consecuencia)— a las pistas del aeropuerto sobrevolando zonas de altísima densidad poblacional como la Jardín Balbuena, la Moctezuma Segunda Sección, la Aeronáutica Militar, la Obrera y esas otras que han estado siempre ahí, en la trayectoria final de los aviones que aterrizan?

En la más pura tradición sediciosa, los militantes de la organización Ruta Aérea anuncian, desde ya, que si no se cambia la trayectoria —no se quieren enterar siquiera de que los aviones, ahora que siguen la radial 168,están volando más alto que antes, algo que se aprecia a simple vista si vas caminando por calles, digamos, como Prado Norte o Montes Himalaya (y, en lo que toca a la anterior radial 160 ¿cuándo fue que escuchamos las protestas de los habitantes de Polanco, Irrigación, San Miguel Chapultepec o Escandón, por no hablar de los de la Florida y los antedichos de la Del Valle?)— bloquearán las vías de acceso al aeropuerto.

El virus de la CNTE ha contagiado a los vecinos de Las Lomas.

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