¡Vela, hazme un hijo!
En estos momentos de desasosiego, México necesita de héroes. Justo cuando la patria está en vilo por vándalos y bloqueos, nada como la aparición de una figura que nos devuelva la fe en la mexicana alegría: Carlos Vela.
En momentos de desasosiego, México necesita de héroes. Justo cuando la patria está en vilo por los profesionales de la irritación, las capuchas y los bloqueos (cualquiera diría que quieren desgastar y malbaratar la solidaridad social que se habían ganado), sin olvidar a los políticos que están en su punto más bajo de popularidad (algo injusto porque ya deberíamos saber que, como diría Díaz Ordaz, exponen su paso a la historia con un poco más que horas de trabajo burocrático) nada como la aparición de una figura que nos devuelva la fe en la mexicana alegría: Carlos Vela.
El mismo al que se había juzgado y vilipendiado, cuando no acusado de apátrida y vende patrias —que no es lo mismo pero es igual— es hoy un héroe nacional al clavarle dos goles al equipo de Holanda que en su momento humilló y condenó al equipo tricolor a refugiarse en el mantra trágico del “No fue penal”. En 50 años el TRI no había vencido a este rival menos débil, y menos encabezado por una bestia negra que le había arrebatado, con la gracia de una actuación magistral, el ansiado arribo al mítico quinto partido, el señor Robben.
Así, El Piojo Herrera, que ya estaba muy pachichi, más deprimido que Kafkapulco ante la perspectiva de las cancelaciones en el comienzo de la temporada alta por las escenas de pirotecnia y crispación (ya no se sabía qué llamaba más la atención, la venganza de la selección frente a los neerlandeses o las quemazones en Guerrero), de pronto se le veía con ánimos renovados. Casi como si le hubieran convertido en ombudsmannacional en votación unánime. Claro, no puede ser peor que Plasencia, de capacidad de reacción solo comparable con la de Los Chuchos, que todavía no le responden a Encinas su acusación de que conocían los antecedentes de Abarca y que aún así lo iban a convertir en diputado federal.
Como quiera que sea, el hijo pródigo regresó como un ave que regresa a su nidal, y hoy por hoy aquellos que lo sometieron al gracejo y el señalamiento con índice flamígero por no querer ir a Brasil 2014, se han tatuado en el pecho o hasta en salva sea la parte un epíteto escrito con garigoleadas letras de oro: “¡Vela, hazme un hijo!”, como antes le gritaban a El Horrible Peralta cuando era considerado el mesías del clásico pasesito a la red.
Quizá sea tiempo de que el góber de Guerrero le pida a Carlitos Vela que, sin luismiguelear ni derbezear, le haga propaganda al estado para que caigan los turistas, antes de que los encabronados acaben hasta con los legendarios jueves pozoleros de Chilpancingo.