Venciendo a Santa
La imposibilidad de despojarse del pensamiento mágico desemboca en una serie de creencias como la superstición y lo paranormal, los dioses y otros seres sobrenaturales.
Hijo de un pasado que se confunde, Santa consigue ser el invitado protagonista de una celebración que no lo festeja.
Sin embargo, su máxima conquista es ocultar, en una mentira inocente, el regalo que determinará la niñez: el pensamiento mágico.
Si lo imaginan, entonces puede ser verdad. Como los poderes de sus superhéroes, el monstruo bajo la cama o el ratón de los dientes, Santa Claus les enseña a los niños a pensar basados en la imaginación, los deseos y las emociones.
Eso es normal en la infancia, pero la imposibilidad de despojarse del pensamiento mágico desemboca en una serie de creencias como la superstición y lo paranormal, los dioses y otros seres sobrenaturales, la adivinación y la cartomancia, la astrología y el feng-shui, la magia y los producto milagro, entre una amplia gama irracional.
Santa se convierte en una oportunidad inmejorable para que los padres ayuden a sus hijos a cristalizar su entendimiento de la realidad.
¿Recuerdas cuándo y cómo dejaste de creer en Santa Claus? Realicé esta pregunta en redes sociales y me abrumaron las experiencias traumáticas: “Mis hermanos me encerraron en el baño y me lo confesaron”, “descubrí mis regalos en un ropero junto a mi carta y me puse a llorar”, “las campanitas sonaban igual que las llaves de mi papá”, “llegué a mi casa destrozado”, entre otras.
Ese recuerdo no debe evocar la tristeza, el enojo y la decepción que sobrevienen a una revelación imprevista y accidentada. Los padres deben encauzar a sus hijos a que descubran la verdad por sí mismos, entre los siete y ocho años, o antes.
De lograrlo, será una experiencia de ingenio y orgullo: descifraron la mentira, evidenciaron a sus padres, derrotaron el absurdo del gordo barbón repartiendo juguetes a millones de niños en una noche.
Habrán honrado a nuestra especie cruzando una línea de racionalidad. Ese año los padres no deben suprimir los regalos en Navidad, deben celebrar que su hijo ha logrado algo más importante que sus primeros pasos o sus primeras palabras: han vencido a Santa Claus y utilizaron el arma más poderosa que tienen… su inteligencia.