Venezuela institucionaliza la “suprema felicidad”

Vaya gobierno esperpéntico, el que se han agenciado los alegres venezolanos.

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Nicolás Maduro, el extravagante mandamás de la República Bolivariana de Venezuela, ha decretado la creación del Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo. Ah, y es en honor del sucumbido comandante Hugo Chávez, faltaría más, y del prócer absoluto, ese Simón Bolívar que no resucita para poner las cosas en su lugar porque, a pesar de haber sido oficialmente santificado —que diga, deificado—, sus poderes terrenales todavía no alcanzan, ni mucho menos, los tamaños que despliega el Altísimo.

Vaya gobierno esperpéntico, el que se han agenciado los alegres venezolanos. Y pensar que aquí hacíamos escarnio de nuestro lenguaraz de turno, ese Vicente Fox que no reflexionaba demasiado antes de soltar sus desbarros. 

Pues el hombre, para empezar, jamás utilizó los instrumentos del Estado para combatir a sus críticos ni intentó siquiera acallar las voces de aquellos que lo ridiculizaban. Aguantó vara, como decimos coloquialmente, y sanseacabó. Es más, estuvo al mando sus seis años, como cualquier común mortal sujeto a los mandamientos de doña Constitución y, al cumplirse el plazo fatal, se marchó calladamente a casa sin invocar urgencias, amenazas o peligros que merecieran su perpetuación en el poder.

A los otros, por contra, helos ahí, apoltronados tercamente en la silla, indiferentes a la apreciación, que es la primera que te viene a tu cabecita cuando te enteras de sus artimañas y trucos legaloides, de que lo suyo no es la justicia universal ni la consumación de un proyecto superior, sino la mera búsqueda de un poder personal que les embruja como la droga esclaviza al adicto siendo, por ello mismo, capaces de llegar a los más desaforados excesos y de perpetrar las más indecentes confabulaciones.

Pero, miren ustedes, aquí nos gobernaba la “derecha fascista”, en la visión de esos mismos izquierdosos que festejaban con música de mariachi las bufonadas de Chávez y que ahora, por lo que parece, siguen aceptando con pasmosa tranquilidad de conciencia la realidad de que un tiranuelo de pacotilla lleve catastróficamente los asuntos públicos de su país, que dilapide una riqueza que no volverá, que suprima los derechos de sus gobernados y que siembre odios que tardarán generaciones enteras en remitir.

Resulta, con todo, que esa “derecha” nuestra estuvo bien dispuesta a trasmitir el mando cuando así lo decidieron los ciudadanos en votaciones libres. Y, en este sentido, el día que se perpetre, en estos pagos, una elección tan amañada como la que llevó al poder al señor Maduro, el día que se utilicen los recursos del Estado de manera tan abusiva y descarada para favorecer al candidato oficialista, el día que se emprenda un deliberado proceso de reacomodo geográfico de los distritos electorales para que predominen los votantes afines al Gobierno, el día en que al adversario se le nieguen recursos y espacios para hacer campaña, el día en que todos los poderes hayan sido avasallados por un Ejecutivo desmedido y arbitrario, el día en que el poder político se sirva de sus clientelas para acallar al resto de los ciudadanos, el día en que los medios de comunicación se vean acorralados por el Gobierno, ese día, señoras y señores, podremos decir, en efecto, que el fascismo habrá asentado sus reales pero, mientras tanto, quien incurre en estas prácticas no es nuestra derecha de aquí, sino la izquierda de allá, esa que, pretextando la instauración del “socialismo del s. XXI”, no duda en cometer atropellos y excesos que en México serían pura y simplemente inaceptables por la ciudadanía. 

Una “izquierda bolivariana”, además, bendecida por buena parte de aquellos que denuncian, en este país, la consumación de esas mismas arbitrariedades que tan aceptables les parecen en Venezuela.

Y, atención, Chávez y Maduro no han sido gente meramente folclórica ni personajes pintorescos, sino individuos siniestros, abusivos y peligrosos. Su disposición a la desmesura -tolerable, para algunos, en un tipo carismático como el comandante, francamente ridícula en un sujeto que resulta apenas una mala copia- es la misma que exhiben los tiranuelos en todos los sufridos territorios de este ancho mundo donde, por desgracia, las sociedades se han visto ensombrecidas por la sombra de un caudillo. 

Pobre Venezuela: décadas enteras perdidas en un país que lo tenía todo para volverse grande…

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