Ver, escuchar, recordar
La vida constituye una narración hecha a base de recuerdos, aunque realmente no sabemos qué será lo último que veamos o escuchemos...
Una pregunta que ayuda a conocer mejor a una persona tiene que ver con aquello que le causa mayor miedo: si en algún momento comenzara a perder un sentido, ¿qué preferiría?, ¿quedar ciego o sordo? Responder a esto siempre causa un conflicto interno.
Quedar ciego sería una cuestión difícil: vivir a oscuras, perder la transformación del mundo, dejar de leer, no observar más el tono rosa del cielo vespertino… En cierto sentido, esto es apagarse, pero... ¿dejar de escuchar? Adiós a cosas tan únicas como la música o a las voces de los seres queridos, pero sobre todo perder el oído afecta la capacidad de comunicarse con los demás.
Escuchar es una función básica para las personas, ya que representa la mitad de la comunicación oral, significa poder compartir nuestras ideas y no encerrarse en los pensamientos.
Pero tras cuestionarme tantas veces lo mismo, he logrado entender que mi mayor miedo no radica en la pérdida de sentido alguno, sino que se relaciona con el hecho de dejar de existir, pero continuar en este mundo, cosa que sucede cuando se borra la memoria. Si tus recuerdos se van, automáticamente dejas de vivir, quizá no para los demás, pero sí para tu consciencia.
Emilio Lledó tiene un texto, “El Río de la memoria”, en el que aborda la importancia de la memoria para nuestras vidas. Para Lledó, “la imposibilidad de bañarse dos veces en el mismo río”, debido a su movimiento, es una metáfora de la vida; no podemos vivir dos veces un mismo momento porque el agua del río siempre está fluyendo.
Entonces, afirma, la memoria es la única herramienta para construirnos: si se va nuestra memoria, se van nuestros momentos, dejamos de existir. La vida constituye una narración hecha a base de recuerdos, aunque realmente no sabemos qué será lo último que veamos o escuchemos. Hay que estar atentos.