La verdad sobre la hormiga y la cigarra
Me encontré un relato que quiero compartirles (no sé si lo escribí yo o lo fusilé)...
Redrojeando (¡que bonito verbo!) entre papeles y libros que han llenado mi vida en los últimos 70 años me encontré un relato que quiero compartirles (no sé si lo escribí yo o lo fusilé).
Resulta que la hormiguita, hacendosa y trabajadora, se la pasó todo el año haciendo acopio de insumos (era medio economista) y de bienes de consumo básico: frutos secos, hojas, un poco de zacate y todo lo que gracias a su carga genética plurisecular su instinto la decía que iba a necesitar durante el crudo invierno (seguro no era de Yucatán).
Encaramada en su árbol favorito, la cigarra se la pasaba cantando y tocando su violín (un poco desafinado) y cada vez que la hormiguita pasaba bajo la rama donde estaba recostada, la cigarra (que se creía la gran soprano y lanzaba su estentórea voz hasta más allá de lo recomendable por los médicos para no hacer daño a los oídos) le decía:
-Hormiguita no trabajes tanto, date tiempo de disfrutar la vida. Encuentra un hormigón buena gente y cásate o arrejúntate y dale vuelo a la hilacha; no te vayas a ir invicta al cielo. Aprende a cantar, si quieres yo te doy unas clases.
La hormiguita le respondía invariablemente: No, querida cigarra, necesito juntar suficientes alimentos porque se acerca un crudo invierno (lo más probable es que esto aconteciera en Chihuahua). Tú deberías imitarme o te vas a morir de hambre y frío.
-Dios proveerá -contestaba la cigarra, y seguía tocando y cantando.
Llegó el invierno, el frío comenzó a congelar a la cigarra que no tenía ni un miserable hueco donde meterse y el hambre le mordía las entrañas. Trató de cantar para ahuyentar las penas, pero estaba afónica (el dengue, el zika y el chikungunya hicieron a trío presa de su endeble cuerpo).
Se le acordó que la hormiguita había acopiado comida abundante y fue a pedirle posada. La hormiguita, que era de buen corazón, le dijo: Pasa, hay suficiente para ti y para mí, busca un rincón cálido y reposa. Te voy a hacer un té de almendras para que entres en calor. Aunque no lo creas, tus cantos y tu entusiasmo por vivir sin demasiados afanes me alegraron mientras trabajaba. No todo es trabajar, hay que disfrutar y compartir.
Con los cuidados de la hormiga, la cigarra recobró fuerzas. Y ambas se hicieron compañía mientras duró el invierno.
Esta es la verdadera historia.