Vergonzantes y retrógradas coordinados

Coordinados o no, a los profes disidentes, a ese pequeño sector del CCH y a esos michoacanos los identifica el mismo discurso rollero y antipedagógico.

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Los marrazos del jueves al candado de la reja del Congreso guerrerense, el cristalazo del sábado en la Torre de Rectoría de la UNAM o el secuestro y quema de autobuses en Michoacán expresan la impotencia de un movimiento vergonzantemente político y esencialmente reaccionario (por fortuna deshilvanado, focalizado y reducido), que aprovecha lo que caiga para, mediante la victimización y denuncia de imaginarias “represiones”, asaltar espacios de poder que ha sido incapaz de conquistar legal, institucional y democráticamente.

Solo en Oaxaca los maistros de la coordinadora fueron capaces de hacerse de toda la sección 22 del SNTE aunque, ante la evidente corrupción del ex líder Enrique Rueda (promotor del paro que incubó a la APPO y pudrió siete meses la vida de la población), algo más de cuatro mil desertaron, volvieron al redil de Elba Esther Gordillo y crearon la sección 59.

En el Distrito Federal ganaron la titularidad de la sección 9, pero la perdieron en otra elección tan democrática, o no, como la que les permitió detentarla.

Lo que la coordinadora mueve en Guerrero, Michoacán o Chiapas representa una clara minoría porque sus banderas, más bien cachetonas pero cacareadas como “democráticas”, siguen siendo rechazadas por la mayoría de los profesores estatales.

A su vez, los inscritos en el CCH que alcahuetean a los cinco expulsados por violentos del plantel Naucalpan, quienes a pesar de conformar también otra “coordinadora”, no pudieron reunir más de 200 en la marchita que se desinfló con una veintena de acelerados tratando de “tomar” la Torre de Rectoría.

Distinto es el caso de otra coordinadora, la de los normalistas rurales de Michoacán, que ha demostrado, esta sí, que en sus escuelas truenan únicamente sus chicharrones.

Coordinados o no, a los profes disidentes, a ese pequeño sector del CCH y a esos michoacanos los identifica el mismo discurso rollero y antipedagógico del “No” a cualquier política educativa del Estado y a cualquier cambio lógico en los planes de estudio.

Unos y otros utilizan banderas coyunturales y un mismo discurso, por ejemplo, 
para inventar que la reforma educativa es para 
“privatizar” la enseñanza básica o que atenta contra la diversidad cultural y pluriétnica. 

Descarados, los coordinados del magisterio quieren de facto evaluarse a sí mismos y conservar el sucio negocio del trasiego de plazas. 

Vandálicos, los pancheros del CCH no toleran que se discuta siquiera la posibilidad de modernizar los planes de estudio; se niegan a las tutorías escolares y se cierran al aprendizaje de idiomas extranjeros.

Retrógradas, los normalistas rurales tampoco aceptan estudiar inglés (quizá tan solo alguna lengua indígena); se niegan al aprendizaje de las nuevas tecnologías, rechazan el concurso de plazas y exigen puesto seguro de manera automática

Coordinados activistas de la ignorancia colectiva, pues... 

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