Videgaray
El secretario de Hacienda recupera terreno disputado por los consultores independientes, los órganos desconcentrados que publican cuentas públicas y esa percepción generalizada de que las cosas no están bien en la economía.
El piso básico de toda dependencia responsable de las finanzas nacionales es la credibilidad. Como tal, el viernes la Secretaría de Hacienda y su titular dieron un giro en la dirección correcta al conciliar prospectiva con realidad. La política puede inventar y andar su propio camino, no la financiera. El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, recupera terreno disputado por los consultores independientes, los órganos desconcentrados que publican cuentas públicas y esa percepción generalizada de que las cosas no están bien en la economía.
A pesar del fatalismo y los malquerientes, los números del crecimiento económico indican que para el cuarto trimestre el país estaría creciendo ligeramente por arriba de la cifra proyectada por Hacienda para todo el año, es decir, 4 por ciento. Es explicable que de muchos frentes le echen montón al doctor Videgaray: los agraviados por la reforma fiscal, el PAN y otros en la expectativa de que la desgracia de aquél y del presidente Enrique Peña se vuelva esperanza propia.
Tampoco está ausente el fuego amigo, pero lo más dañino son las malas y torpes defensas. No se requiere aclaración, es evidente que el secretario de Hacienda está firme en la responsabilidad encomendada y cuenta con el apoyo del presidente Peña. En este debate sobre un mejor futuro para el país, obligado es preguntar cuál sería el escenario actual si las reformas secundarias se hubieran aprobado en tiempo. Aunque importa, la cuestión no es el gasto público, sino la inversión privada y el ambiente de negocios que son los que generan empleo, ingreso y bienestar. El debate no es Videgaray, sino los cambios que deben introducirse para darle competitividad a la economía nacional y así generar condiciones para un crecimiento suficiente y sostenido.
Como siempre, lo que ha dificultado la aprobación de las reformas ha sido el oportunismo y los intereses creados. Desde luego que los cambios profundos y auténticos polarizan opinión y generan resistencias. Las hay encubiertas, especialmente, las que vienen de los sectores afectados que buscan ganar en el round de las reformas ordinarias, la derrota infligida en la constitucional. También las hay abiertas, como debe ser, y viene de las oposiciones. El PRD ha definido postura contra la de energía, está en su derecho, no así en posponer una decisión que corresponde a la mayoría. Hacer del futbol razón para no debatir es ridículo.
El tema para el bienestar del país no pasa por la natural disputa en la influencia y en los cargos del gobierno. Lo que importa son las reformas y hay un trazo obligado por los cambios constitucionales aprobados. La posposición cuesta y tiene consecuencias. Por ello, aunque con demora, fue importante la aprobación de la reforma político-electoral en la primera quincena de mayo, pero eso es útil para la política y la preparación de los comicios de 2015. Lo que importa es la economía y sería útil resolver en junio, al menos la reforma en telecomunicaciones y de ser posible la de energía.
Reformar no solo es aprobar. También es debatir, cuestionar, mejorar y enriquecer las iniciativas. La izquierda, desde la oposición, tiene mucho que aportar para que la reforma energética no sea a la medida de unos cuantos, sino que pueda cumplir a plenitud sus objetivos. No se trata de proteger al monopolio público, sino que la economía de mercado y la concurrencia de capitales nacionales y extranjeros signifiquen la recuperación de la industria petrolera en su conjunto. El PRD debe revisar lo que la izquierda progresista que gobierna ha hecho bien en el mundo.
El PAN se ha servido con la cuchara grande en la reforma político-electoral y ha llevado a las instituciones electorales al oprobio del centralismo con un cálculo de muy corto plazo y quizás más animado por el rosario de derrotas desde 2006. Su responsabilidad con el país ahora que ha resuelto el futuro de la dirigencia nacional es concretar una positiva reforma económica, hacer útil para el bien común la determinación del gobierno y del PRI de que los cambios cuenten con el aval de al menos una de las oposiciones mayores.
Videgaray es la figura más emblemática del reformismo del presidente Peña. Los logros son significativos y se miden con los cambios alcanzados, inéditos en el México de la pluralidad y del gobierno dividido. La turbulencia propia de las cifras bajas de la economía no desvía el trayecto, sino que reafirman la necesidad de concretar lo alcanzado. Por donde quiera que se vea, el país será muy distinto en pocos años porque se han soltado las amarras que sometían el poder decisorio y regulador del Estado mexicano al interés de los poderes fácticos, particularmente, el de los monopolios, generando condiciones negativas para la economía y la competitividad del país. Los cambios continúan su curso.