Videgaray y sus "palabras mágicas"

Las palabras mágicas del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, ayer al tomar posesión de su cargo.

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Las palabras mágicas del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, ayer al tomar posesión de su cargo, fueron que el crecimiento de la economía debe llegar al “bolsillo de las familias mexicanas”, y que la disciplina en las finanzas públicas ha de generar “políticas predecibles”. Con la primera frase Videgaray le está hablando a los ciudadanos; con la segunda, a los mercados y a la comunidad financiera. Bien.

Acertados también los nombramientos de Videgaray al interior de Hacienda: Fernando Aportela en la subsecretaría del ramo; Miguel Messmaher en Ingresos; Fernando Galindo en Egresos. Todos con capacidad técnica probada.

Hay tres ámbitos en los que Videgaray tendrá que ejercer su capacidad negociadora y técnica. El primero es la concienciación de la población respecto de nuestra inserción inminente a una posición privilegiada en el escalafón competitivo global —con los riesgos y oportunidades que ello conlleva. El segundo es la puesta en marcha de un vigoroso esquema de financiamiento de parte de la banca para potenciar la capacidad productiva de las empresas del país. El tercero es sostener un gasto público creciente y eficiente.

En el primer ámbito de acciones hay componentes dolorosos: tenemos que pagar energía a precios internacionales y, eventualmente (ya dijo que no ocurrirá en 2013), tendremos que pagar más impuestos. Videgaray tendrá solo unos meses para aprovechar el bono de credibilidad para negociar con las fuerzas políticas la obtención de una mayor responsabilidad de las entidades federativas al tiempo en que cocina mejores esquemas tributarios.

En el segundo ámbito encontrará una avidez particular de la banca para prestar. Los bancos mueren por ver detonado su negocio mientras el país se desarrolla, pero requieren certeza jurídica; y las empresas no van a crecer si les cuesta caro financiarse.

El tercero es el más delicado de todos. El gasto público debe acompañar al desarrollo del país y nunca volver a convertirse en palanca electoral. Videgaray no tiene esa tentación; pero más de algún político local sí, y aunque hay que atender las necesidades apremiantes de la población, cada peso erogado debe primero evaluar la rentabilidad social del mismo.

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