Vivan los ciclistas, pero…
En esta selva de asfalto en el que todos peleamos por un cacho de vía, sólo hay un rey y es el rey olvidado: el peatón, después del cual vamos todos quienes ocupamos un vehículo, sea de dos y de veinte ruedas.
Admiro, respeto y apoyo a quienes contra corriente luchan por reivindicar un transporte noble, barato, ecológico y eficiente: la bicicleta. Yo mismo, durante muchos años de mi vida, he sido ciclista y aun hoy es para mí un medio de transporte y de diversión.
Sin embargo, reivindicaciones sociales aparte, me parece que a veces quienes van en uno de esos vehículos abusan y arriesgan su vida y las de los demás por la forma en que van por los caminos de Dios. Me los he topado saliendo de una calle en sentido contrario, sin siquiera mirar si viene algún vehículo de frente, sin luces, ni siquiera reflejantes, menos casco y mucho menos rodilleras.
Y si uno se atreve a llamarles la atención lo menos que recibe es una mentada de madre.
Soy simpatizante de los grupos que una vez a la semana toman las calles de la ciudad para hacerse visibles ante las autoridades y los ciudadanos, pero creo que inclusive ellos abusan y se meten por donde no deben, ocupan todos los carriles y niegan a otros lo que ellos exigen: el derecho a transitar libremente por la calle.
En esta selva de asfalto en el que todos peleamos por un cacho de vía, sólo hay un rey y es el rey olvidado: el peatón, después del cual vamos todos quienes ocupamos un vehículo, sea de dos y de veinte ruedas.
Ojalá no volvamos a saber de un ciclista atropellado y muerto, como el joven que se puso frente a un camión en el Periférico.