Vivo mi chauvinismo

Sí quiero llamar la atención respecto de esa mala costumbre que tenemos de olvidarnos de nuestros grandes hombres.

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Este servidor y el Dr. José Cerón Espinosa hemos rescatado del olvido a un científico yucateco (de Valladolid) de talla mundial: el Dr. Rafael Andrade Malabehar -el galeno tekaxeño, he de confesarlo,  fue quien me sugirió que hablara en la ciudad oriental de quien es mi paisano y fue su maestro-, uno de esos méritos de los que hablaba Díaz Mirón: “Náufragos del alma”, puesto que aunque hizo contribuciones determinantes a la dermatología mundial y nacional, en su tierra de origen muy pocos saben de él.

Ya Cerón Espinosa se ha encargado de divulgar por estas páginas una sintética biografía del Dr. Andrade, quien pregonaba como timbre de orgullo haber nacido en Valladolid y lo hacía “con acendrado  chauvinismo municipal”, como dijo de mí aquel galeno (lo cual quiero pensar que se trató de una forma de elogiar mi orgullo de pertenencia a una pequeña ciudad, aunque  chauvinismo no sea una palabra especialmente agradable), de modo que yo no voy a sobreabundar en el tema.

Sin embargo, sí quiero llamar la atención respecto de esa mala costumbre que tenemos de olvidarnos de nuestros grandes hombres. El Dr. Andrade es un buen ejemplo, pero también lo son -y los cito sin gana de ser exhaustivo- Graciano Ricalde Gamboa, genio de las matemáticas y la astronomía; José Esquivel Pren, autor de la más completa historia de la literatura en Yucatán; José Peón Contreras, psiquiatra, autor teatral, poeta y novelista; Arcadio Poveda y Luis F. Rodríguez, astrónomos de talla mundial; Cecilio Perera  y Manuel Escalante Aguilar (vallisoletanos), guitarrista y pianista triunfadores en Europa…

Mi “acendrado chauvinismo municipal” me dice -junto con algunos de los más grandes historiógrafos e historiadores como Isaiah Berlin, Benedetto Croce y José Ortega y Gasset- que la historia se escribe a partir de la microhistoria. De ahí mi afán de recalcar que nuestros grandes hombres construyeron su vida a partir de su pequeño entorno.

Si eso es chauvinismo, soy y seré chauvinista “acendrado” hasta mi último aliento.

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