El voto: poder ciudadano
El ejercicio del sufragio es el único momento en que de verdad el ciudadano puede hacer valer su voluntad.
Es cierto que el ejercicio de la democracia no se agota en el voto. Que éste es apenas el principio y que la democracia –a la que llaman el menos malo de los sistemas de gobierno- se cumple en la vigilancia de la sociedad sobre sus autoridades, en el ejercicio personal y social de los valores universales como son equidad, justicia, oportunidades parejas para todos y muchos otros que se imbrican y entretejen para constituir un estado democrático (en cuya composición la autoridad es una parte, la más visible quizá).
Sin embargo, con todo y ser apenas la llave que abre las puertas a ese deseado Estado democrático, el voto es de fundamental importancia. Constituye, sin duda, el único medio por el cual los ciudadanos pueden sancionar a la autoridad. En la soledad de la urna, el ciudadano es mandante soberano y poderoso. Puede quitar a quien no quiera y poner a quien crea que puede ser su guía hacía estadios de mayor bienestar y progreso. El ejercicio del voto es el único momento en que de verdad el ciudadano puede hacer valer su voluntad.
No soy ingenuo. Es cierto que antes de llegar a la urna el votante pasa en las llamadas campañas por muchas presiones, directas o soterradas, e inducciones para votar por A o por B y que sobre él caen toneladas de palabras de todos los rincones del espectro político diciéndole que fulano o zutano es la mejor opción y que éste o aquél sí van a cumplir. Pero son sólo tentaciones, en cada uno está si cae en el garlito o no.
Hoy quiero señalar que –con todos los defectos que se le quieran ver a nuestra democracia- tenemos libertad de elegir. Nadie más que cada uno va a estar en la mampara. Por ello, a unos días del 7 de junio, cuando ya hemos tenido oportunidad de formarnos una idea de lo que son y lo que ofrecen los candidatos, le pido por favor que vote, que no anule su voto, sino que se comprometa con alguien y a ese alguien no deje de exigirle mientras esté como su servidor. Allá usted si no me hace caso.