Vuelo MH370: el insondable misterio

La misteriosa desaparición de un gran avión de línea que, por lo pronto, sabemos que no se desintegró en el aire y que no siguió su ruta programada.

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Está aconteciendo —ya tuvo lugar, más bien, pero mientras no sepamos cuál fue el desenlace seguiremos inmersos en la historia— uno de los más asombrosos sucesos jamás ocurridos: la misteriosa desaparición de un gran avión de línea que, por lo pronto, sabemos que no se desintegró en el aire, que fue deliberadamente desconectado de los sistemas de localización, que no siguió su ruta programada, que realizó extrañas maniobras de evasión para no ser detectado por los radares militares (o, tal vez, que era pilotado por gente inexperta que no sabía mantener un rumbo o una altitud), que siguió volando seis o siete horas sin que su tripulación volviera a contactar los centros de control aéreo y que, finalmente, pudo haber aterrizado en algún lugar tan remoto como ilocalizable (cosa que parece muy poco factible, por más fantástica que pudiera resultar) o, con mucha mayor probabilidad, precipitarse en las aguas del océano una vez que se le hubiera terminado el carburante de sus depósitos.

Viajaban, en el vuelo 370 de Malaysia Airlines, 227 pasajeros y 12 miembros de la tripulación. El hecho de que la mayoría de los viajeros fueran de nacionalidad china podría tal vez explicar un acto terrorista dirigido contra el régimen de Pekin. Ningún grupo, sin embargo, ha difundido un comunicado mínimamente creíble como para admitir esta posibilidad. Los dos pilotos, que podrían estar coludidos en una rocambolesca maniobra para secuestrar el aparato, no pidieron viajar juntos. Las agencias internacionales de seguridad han descartado que los dos iraníes que viajaban con pasaportes robados pertenecieran a una organización criminal (deseaban, más bien, entrar ilegalmente en Europa). Entre los pasajeros no figura ninguno (hasta el momento) que hubiera adquirido habilidades para pilotar.

Ah, pero alguien desenchufó el transpondedor que establece el enlace electrónico entre el avión y los sistemas de radar secundario en tierra. Y lo mismo hizo con el sistema ACARS (siglas en inglés de Aircraft Communications Addressing and Reporting System) que trasmite automáticamente datos sobre el vuelo. ¿Quién? Y, sobre todo, ¿por qué?

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