Y a todo esto, ¿qué dice Slim?

Telmex había sido una empresa privada antes de que el gobierno de Luis Echeverría adquiriera, en agosto de 1972, 51 por ciento de las acciones y la corporación era tan ineficiente como perniciosa para los usuarios.

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El más poderoso de los magnates mexicanos, con mucha diferencia sobre todos los demás, no hizo su fortuna como un Bill Gates o un Steve Jobs —es decir, apostando a la innovación en sectores inexplorados de la economía— sino que se benefició de un entorno muy particular en el que, como un inversionista con un gran sentido de la oportunidad, logró aprovechar coyunturas favorables.

Telmex había sido una empresa privada antes de que el Gobierno de Luis Echeverría adquiriera, en agosto de 1972, el 51 por cien de las acciones (y el resto, no hay que soslayarlo, siguió en manos de inversionistas privados) y la corporación era tan ineficiente como perniciosa para los usuarios: mucha de esa gente que ahora se queja de las tarifas telefónicas sin reconocer que llevan años enteros sin ser aumentadas —y que denuncia airadamente, sin saber del asunto, que son las más altas del mundo— no vivió esa época en la cual los sufridos consumidores pagaban de su bolsillo anuncios en los diarios para que la empresa les reparara la línea telefónica esperando, ingenuamente, que los directivos se avergonzarían tal vez al ser exhibidos públicamente y terminarían por dar respuesta a la solicitud.

No sabe tampoco, esa gente, que debías esperar meses enteros —años, en ocasiones— para tener una línea en tu casa y que el servicio, proporcionado por empleados despóticos e indiferentes, era incomparablemente más malo que el que tenemos ahora.

Pero, ese “agente económico preponderante” de aquel entonces no fue vendido en partes, miren ustedes, a pesar de los ánimos privatizadores y el espíritu “neoliberal” de Carlos Salinas de Gortari, sino que la empresa, tal cual, se licitó en un concurso que ganó un consorcio en el que participaban Carlos Slim, SBC Communications, France Télécom y otros inversores.

El propio Slim responde, en su sitio de Internet, que dividir la empresa o vender una red segmentada no es algo provechoso, sin explicar muy claramente por qué: “Creo que el peor fue el esquema americano, que luego lo acabó haciendo Brasil.

El esquema americano era el monopolio AT&T, lo dividieron en ocho o nueve monopolios regionales, entonces de un monopolio grande hicieron varios monopolios chicos”. En todo caso, la única restricción que hubo a la competencia —o, mejor dicho, el privilegio que tuvo Telmex a partir de su privatización— fue que los servicios de larga distancia los manejara en exclusiva hasta agosto de 1996 y esto, según Slim, para que la empresa “acabara de rebalancear sus tarifas”.

En lo demás, la competencia estaba permitida: “Siempre estuvo abierto, el [servicio] local nunca se ha cerrado”.

Pero, entonces, ¿por qué no tenemos a decenas de corporaciones proveyendo ahora mismo telefonía fija? Pues, porque “lo que ocurrió es que las empresas que entraron a competir con Telmex se metieron sólo a larga distancia, porque era el segmento más rentable, pero estaba a precios muy altos, era la pechuga, y bueno, tan se equivocaron AT&T y MCI que también les pasó lo mismo mundialmente. El servicio local siempre ha estado abierto”.

Se puede inferir de lo anterior que lo que define a un monopolio no es el tamaño que tiene sino el hecho de ser el único proveedor de servicios en una región o territorio y que la privatización de Telmex (esa operación eternamente bajo sospecha en la que los compradores tuvieron que aportar más de un diez por ciento adicional por el sobreprecio de último minuto que impuso el gobierno) no excluía la llegada de nuevos jugadores al mercado de la telefonía en México.

En todo caso, Slim admite que “de todas maneras, sí creo que pudo haber sido mejor, probablemente, un modelo de competencia completa.

Creo que en Estados Unidos debieron de haber hecho tres o cuatro empresas, porque es un mercado muy grande” pero suelta también un dato sorprendente: “Hoy Telmex tiene menos del 25 por ciento de las líneas, eso lo vamos a ver después, menos del 25 por ciento de las líneas totales en México y menos de la tercera parte de los ingresos totales del sector”.

La restricción impuesta a Slim de trasmitir imágenes en su condición de “agente económico preponderante”, sin embargo, no tiene vuelta atrás luego de que se hayan promulgado ya las leyes secundarias de la Reforma de las Telecomunicaciones.

Esto resulta, desde luego, de la impresionante tajada que se lleva Telcel en el mercado de la telefonía móvil. Slim, con la mira puesta en el mercado de la televisión de pago, comienza a deshacerse de sus activos para escapar a esta prohibición.

Pero, su corporación de comunicación celular no va a dejar de ser “preponderante” aunque él ya no sea el dueño. Vaya paradoja.

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