Y la vida sigue igual, Luis Donaldo

Lo bonito fue cómo el PRI, con una pequeña ayuda de la Fundación Colosio, se encaramó sobre el recuerdo del malogrado candidato.

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Justo en la muy sentida conmemoración de los 20 años de su asesinato, Luis Donaldo Colosio fue víctima de un nuevo compló. Primero el del contexto, que no ha dejado sus siniestras y oscuras complicidades; segundo el de la mecánica repetición de los lugares comunes; y tercero el de la mexicana alegría que parece decidida a forjar densas cortinas al rededor de lo importante: la captura al presidente de Oceanografía, que foxísticamente parece destinado a la Oceánica de Pemex; la batalla por la Línea 12 entre el consorcio y el GDF que podría dirimirse con una madriza en el estadio Jalisco.

En vez de armar un ejercicio de reflexión profunda sobre el personaje cuya muerte terminó por exterminar lo que quedaba de inocencia en la sociedad, lo que vimos fue una andanada de vómitos entre quienes siguen aferrados a la santidad del personaje, los que buscan cizañosamente menospreciar su legado, y esa masa dudosa que se esfuerza por exaltar sus tristes selfies ideológicos con el sonorense.

Cosas patéticas que en vez de abonar a la comprensión de la figura, lo único que hicieron fue devolvernos a aquellos días oscuros de 1994, cuando fuimos testigos del milagro de la reproducción de los aburtos.

Así, hicieron acto de presencia aquellos que mantienen su acusación necia sobre Carlitos Salinas de Gortari (ya viéndolo fríamente fue un gobernante aburrido, mediocre y sin gracia, incapaz de producir una estratagema que habría requerido de una mente superior que, de haber existido, jamás habría sido derrotado por un personaje tan sin cash como Zedillo), sin olvidar  a quienes sostienen asidos a un clavo ardiente, la tesis del asesino solitario (o solidario porque al parecer Luis Donaldo, en esa lógica de la víctima triunfante, prácticamente andaba buscando convertirse en mártir).

Una cosa espeluznante que lo único que consiguió, además de subrayar de manera incisiva el sospechosismo, fue establecer que la historia de Colosio está condenada a la turbiedad.

Lo bonito fue cómo el PRI, con una pequeña ayuda de la Fundación Colosio, se encaramó sobre el recuerdo del malogrado candidato con instintos que solo se ven en un téibol, asegurando que la única manera de mantener su legado era apoyando las reformas estructurales. No te has perdido de nada, la vida sigue igual, Luis Donaldo. 

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