¿Y qué harán cuando se vaya el Ejército?
Mientras no se resuelva el tema de las policías infiltradas y corrompidas no habrá manera de brindar seguridad a los mexicanos.
Saben quiénes son y saben dónde están. ¿De qué estoy hablando? De policías y ladrones, estimados lectores, aunque no de aquel antiguo juego de niños, que ya no lo acostumbran los pequeños, sino de un fenómeno en verdad espeluznante, a saber, el de la escandalosa complicidad de los delincuentes y las fuerzas policíacas de este país.
Han sido comandos de la Marina —fuerzas especiales, o sea— los que capturaron a El Chapo y, ahora mismo, las operaciones más exitosas en el combate a las bandas criminales las llevan a cabo las fuerzas militares junto con una Policía Federal que no tiene arraigo alguno en los territorios que vigila y que, en algún momento, habrá de emprender una forzosa retirada dejando a la población local, de nuevo, en manos de aquellas corporaciones policiacas estatales y municipales que, lo repito, no solo conocerían la identidad de secuestradores y extorsionadores, sino que saben tan precisamente su ubicación como para poderlos contactar de manera directa y avisarles cuando un simple ciudadano denuncia un delito.
Mientras no se resuelva el tema de las policías infiltradas y corrompidas no habrá manera de brindar seguridad a los mexicanos. Así de simple. Pero, ¿por dónde empezar? La más desalentadora de las perspectivas viene siendo, por decirlo de alguna manera, la simple “desprogramación” de un individuo que ya se ha acostumbrado plenamente a mantener oscuras complicidades con los criminales, que se beneficia económicamente de esta colaboración y que sería, él mismo, un delincuente no solo merecedor de un despido fulminante sino de un castigo legal.
Esas autoridades nuestras que han implementado procesos de depuración de los cuerpos policíacos —exámenes de confianza, cursos de capacitación, etcétera—, ¿ya habrán previsto que el primer paso es juzgar y encarcelar, literalmente, a miles de agentes? ¿Alcanzan las cárceles de este país para encerrar a todos esos infractores?
¿Funcionan los Ministerios Públicos? ¿Pueden los actuales fiscales llevar a cabo procesos justos? ¿Hay suficientes policías “buenos”, ahora mismo, como para neutralizar a los “malos”? Ustedes dirán…