Yucatán e Isidoro (3)
Pese a los avisos y alertas de que un huracán pasaría muy cerca de la costa yucateca y que nos veríamos afectados, muchos lo tomaron con relativa calma.
El domingo 22 de septiembre de 2002, pese a los avisos y alertas de que un huracán pasaría muy cerca de la costa yucateca y que nos veríamos afectados, muchos lo tomaron con relativa calma, no realizaron los preparativos previos y decidieron cumplir sus actividades matutinas en forma normal, ya que decían que un poco de agua y viento no nos podría estropear el domingo, pero ISIDORO tenía preparada una gran sorpresa para todos los yucatecos, ya que por la mañana empezó a ingresar a tierra por la zona de Telchac Puerto y aquella poca lluvia y algo de viento que se esperaba se volvió copioso aguacero y vientos que comenzaron a alcanzar rachas huracanadas.
En la ciudad de Mérida el ataque comenzó a eso del mediodía, cuando gran parte de la población se encontraba en cines, plazas comerciales y otras actividades nada relacionadas con medidas para enfrentar a un huracán.
En el interior del Estado también tomaron a la ligera la llegada de este huracán que, contra todos los pronósticos, estaba ingresando a Yucatán. Mucha gente pasó encerrada en las plazas comerciales el ingreso de este meteoro o en una casa que no era la suya. Otros muchos salieron a la hora del viento y la lluvia a comprar lo más indispensable, cuando todos ya debían de estar resguardados en sus hogares o en albergues.
El huracán se volvió eterno, y su lento desplazamiento a casi 7 km/h hizo que nos afectara desde el mediodía del domingo hasta la mañana del lunes con copiosa lluvia y vientos huracanados que inundaban y destruían todo.
Luego de pasar dio la vuelta y retornó a Mérida para luego salir al mar por Chuburná Puerto. Fue en verdad esa noche del domingo y madrugada del lunes la más larga que recuerden los yucatecos, era un amanecer que no quería llegar, rachas de viento huracanado que se volvían eternas, zozobra, miedo, angustia, temor y todos atónitos por lo que se estaba viviendo y preguntándose qué pasaba, por qué no cesaban el viento y la lluvia. Habían pasado más de 12 horas y esa respuesta no llegaba.