Yucatán, una gran experiencia

Como yucateco y como mexicano, quiero compartir con ustedes una experiencia que sinceramente me llenó de gusto y fue reconfortante, sobre todo en estos momentos en que no nos va tan bien.

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Como ciudadanos inmersos en nuestras cuestiones cotidianas nos olvidamos que formamos parte de un engranaje que nos integra como miembros de la sociedad yucateca, con nuestra forma de hablar y costumbres, nuestra forma de vida, que, por cotidiana, no valoramos.  

Hacia afuera reflejamos mucho más de lo que creemos, eso incluye nuestros propios valores. Como yucateco y como mexicano, quiero compartir con ustedes una experiencia que sinceramente me llenó de gusto y fue reconfortante, sobre todo en estos momentos en que no nos va tan bien. 

Me llenó de felicidad el comentario que, en una conferencia, me hizo la señorita Laura Gillavert, candidata a doctora en arquitectura, quien visitó Yucatán en fechas recientes.  

Le pregunté cuál fue su impresión durante su corta estancia. Con la alegría reflejada en el rostro, inmediatamente me respondió que Yucatán es una maravilla. Manifestó que estar en Uxmal y contemplar la arquitectura, ver las formas, dimensiones, volúmenes, contrastes, espacios, tonalidades y olores la trasportaron a ese posible estatus y experiencia que los mismos mayas prehispánicos disfrutaban como miembros de esa maravillosa ciudad y, sobre todo, le complació visitar la zona con esa calma que se respiraba en el ambiente, sin la presencia de vendedores ambulantes, que en Chichén Itzá trastocan la visita. 

Creo que la experiencia que brinda nuestro maravilloso Estado es total. Laura mencionó que, estando en Mérida, hasta los colores del cielo al atardecer fueron maravillosos y que los disfrutó profundamente.  Me narraba que la gente yucateca fue muy amable, hospitalaria y sencilla y que eso fue un aspecto que realmente la hizo sentir en casa.

Asimismo, le impresionó el amplio panorama de posibilidades que nuestro Estado brinda para visitar, desde la playa y comer platillos de mariscos frescos en Celestún y Progreso hasta las maravillosas zonas arqueológicas, cuya magnificencia y diversidad evocan la materialidad de la cultura legendaria de la que somos herederos. Su dualidad representada por los cenotes fue otra de las maravillas que la transportaron al lugar de la oscuridad y que también la cautivaron. 

Transcribo este comentario para fomentar en los servidores turísticos la conciencia de que no hay necesidad de convertir nuestras bellezas en un Disney artificial para atraer turismo y mucho menos promoverlas con imágenes que incitan a dar mal uso a nuestro patrimonio.

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