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Moscú.- Luisa Olivera vive una pesadilla larga como pocas: hace 15 años su hija, Mariela Tasat, desapareció sin dejar rastro y ahora, luego de remover cielo y tierra en su búsqueda, fue sorpresivamente informada de que sus restos estuvieron todo ese tiempo enterrados a sólo unas 16 cuadras de su casa, en la ciudad de Lanús, Argentina.

De acuerdo con información de RT, durante todos estos años, Olivera estuvo 'pegada' al teléfono con la esperanza de que Mariela llamara y dijera: "Mamá, voy para allá". La buscó en todas partes. Se adentró incluso en prostíbulos donde le decían que podía hallarla, se metió en sitios donde la amenazaron de muerte si volvía a aparecerse sin autorización. Soportó, también, la partida definitiva de su esposo, un policía retirado que murió de tristeza dos años después que Mariela desapareciera, informa el diario El Clarín. 

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La joven, que en ese entonces tenía 14 años, se 'esfumó' el 7 de septiembre de 2002. Segundos antes, estaba con su hermano Javier en la puerta de su casa y ambos tomaban mate. Entonces sonó el teléfono y Javier entró para contestar. Cuando volvió, su hermana ya no estaba. Luisa Olivera y su esposo presentaron la denuncia correspondiente, pero el caso se archivó a las dos semanas.

La vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Rosa Roisinblit, junto a sus nietos Guillermo Pérez Roisinblit y Mariana Eva Pérez, en los tribunales de San Martín, el 8 de septiembre de 2016.

Este año, hace unos meses, la investigación fue abierta de nuevo porque una fiscalía especializada en trata de personas pidió una actualización. Como primera medida, pidió informes a todos los cementerios y las morgues de la zona. Y a partir de eso se comenzaron a unir las piezas del rompecabezas.

Se supo entonces lo que no fue posible saber en 15 años de desesperada búsqueda: que el cadáver de una chica desconocida había sido enterrado en el camposanto de Lanús por esas mismas fechas. Mariela fue sepultada como 'NN' a los dos días de haber desaparecido. Perdió la vida en las vías del ferrocarril Roca. 

Mediante un simple análisis dactilar se comprobó que la huella del pulgar derecho del cuerpo, tomada en su momento, correspondía de manera "fehaciente, categórica e indubitable" a la estampada en su acta de nacimiento.

Con la exhumación del cuerpo terminó para Luisa Olivera el calvario de la búsqueda, pero no su pesadilla. Más allá de hallarla muerta, ahora enfrenta el desconcierto de saber que su hija estuvo siempre a tan solo unos pasos.

Los familiares declararon que piensan darle una despedida a Mariela. Y creen esto permitirá sanar las heridas que dejó su desaparición.