Caso Zurita: la familia sentenciada por el crimen que cimbró Mérida

Abuelo, hijos y nietos participaron en el sangriento doble crimen.

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Los detenidos, pertenecientes casi todos a una misma familia, eran viejos conocidos de las víctimas, pues eran clientes frecuentes de doña Elda. (Archivo SIPSE)
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Segunda y última parte

Lee aquí la primera parte de la investigación

Después de casi un mes de investigaciones sobre el truculenta masacre de dos mujeres en el barrio de Santiago, ocurrida la noche del domingo 22 de agosto de 1999, hace 20 años, entonces parecía que las indagatorias estaban estancadas y que la en esa época llamada Policía Judicial no avanzaba en el caso, finalmente cayeron los sanguinarios asesinos.

Estos resultaron ser integrantes de una misma familia oriunda de Villahermosa, Ciudad del Carmen y Tapachula. Eran el abuelo Moisés Méndez Mejenes, de profesión médico anestesiólogo; sus hijos Manuel y Fernando Méndez Angulo y los nietos Alejandro Méndez Hernández y Luis Fernando Méndez Acosta, así como otro cómplice, el tabasqueño José Manuel Jiménez Jiménez. De todos éstos, dos no fueron detenidos en esa ocasión, Manuel Méndez y su hijo Alejandro. Diez años después, en 2009, el primero sería capturado en Veracruz, cuando se desempeñaba como vigilante en un museo de ese puerto. Alejandro nunca fue atrapado y se cree que se fugó al extranjero.

La presentación del cuarteto de homicidas ante la prensa se llevó a cabo el lunes 20 de septiembre, pero desde el jueves 16 Fernando Méndez Angulo ya había sido capturado en su residencia de Villas La Hacienda, aunque esto no se dio a conocer en el momento.

Antes del horrendo crimen

Vale la pena mencionar algunos hechos y detalles de las víctimas, anteriores a esa terrible noche del domingo 22 de agosto.

Se decía que la Sra. Elda Zurita era muy severa con sus clientes, a los que les cobraba altos réditos y no tenía compasión a la hora de embargarles un bien o una propiedad por algún adeudo incumplido, y no daba ni un día de plazo cuando se vencía el pago. Era implacable con sus deudores. Fue por ello que, como mencionamos en la primera parte de la narración de este horrendo doble crimen, la agiotista, quien vivía de una manera poco ostentosa a pesar de su fortuna, había amasado una cuantiosa suma de dinero, alhajas y más de 200 propiedades entre casas, terrenos, ranchos, etc., distribuidos en Mérida, interior del Estado y sureste del país.

Incluso la casa donde ocurrió el doble homicidio era una residencia de estilo de los años 60, bastante sobria, sin lujo en los detalles, con toscos ventanales de metal y vidrio florentino. Era amplia, pero nada ostentosa. En ese terreno estuvo ubicado el legendario Circo Teatro Yucateco, escenario de grandes espectáculos y funciones de boxeo y que fue demolido a principios de esa década para hacer un fraccionamiento. Los vecinos decían que la mujer era muy “tacaña”.

Por su parte, Cynthia Sue, la hija, era una guapa y esbelta joven, bailarina de danza clásica. Ella también era parte del negocio de su madre, el agiotismo.

Como antecedente, hay que mencionar que un par de años atrás de que ocurriera la tragedia, Cynthia  vivió un episodio de violencia cuando transitaba a bordo de un auto Stratus y al hacer su alto en la calle 60 con 55, en el parque de Santa Lucía, unos sujetos la abordaron, la bajaron del coche y se llevaron el vehículo. Luego se supo que el automóvil se lo había quitado a un cliente que no pagó un préstamo y éste lo quiso recuperar a la fuerza.

Antecedentes de los homicidas

Los detenidos, pertenecientes casi todos a una misma familia, eran viejos conocidos de las víctimas, pues eran clientes frecuentes de doña Elda, a la que numerosas veces le pidieron cuantiosos préstamos, pero algunos no los habían podido liquidar, unos 700 mil pesos, por lo que en febrero de ese año perdieron tres propiedades en Ciudad del Carmen que dejaron como garantía a la usurera.

Fue por ello que les fue fácil volver a contactar de nuevo a la prestamista, con la que Fernando Méndez Angulo viajó a la Isla de Tris para que la mujer viera otros inmuebles así como una camioneta Silverado que le dejaría en garantía por un préstamo de 900 mil pesos. Para ello, un sobrino de Méndez Angulo, Alejandro Méndez Hernández –el que hasta la fecha está prófugo– se haría  pasar como un joven médico que planeaba instalar una clínica en El Carmen.

Pero todo era un plan, maquinado por Fernando Méndez y su papá Moisés Méndez, para vengarse de la agiotista y recuperar las escrituras de las tres propiedades perdidas, y de paso robarle dinero y alhajas. Desde luego iban con la firme intensión de matar a la mujer, pues ésta los conocía.

Fernando Méndez tenía antecedentes penales. Estuvo varias veces preso en el Cereso de Mérida y en el penal de Kobén, Campeche, acusado de fraude. El sujeto se hacía pasar por “ingeniero” e incluso montó una empresa “fantasma” de alquiler de maquinaria pesada, por lo que hacía cobros adelantados y no cumplía a sus “clientes”.

También, 17 años antes, él y su papá habían enfrentado aquí un juicio mercantil por un préstamo de 21 millones de aquellos devaluados pesos, denunciado por Banca Serfín. Extrañamente la demanda no progresó.

Fue como conoció Fernando en la cárcel de Kobén al delincuente tabasqueño José Manuel Jiménez Jiménez, y al salir ambos de prisión, aquél lo contrató como su empleado.

Así, desde meses atrás planearon el atraco a doña Elda y para ello pretextaron el préstamo de 900 mil pesos para el sobrino, acordando una cita a las 7 de la noche del domingo 22 de agosto en el predio de la Sra. Zurita, pues ella ahí mismo despachaba.

El abuelo Moisés Méndez, ahora de 85 años de edad, y su hijo Fernando dejaron recientemente el penal meridano al recurrir a un amparo de la justicia. (Archivo/SIPSE)

Cómo ocurrió el doble crimen

La pandilla de criminales llegó a Mérida desde el viernes 20 de septiembre y se alojaron en la casa que Fernando Méndez tenía en Villas La Hacienda, ya al día siguiente, el sábado 21 por la mañana, fueron a comprar guantes quirúrgicos, cinta adhesiva y las herramientas que les servirían para forzar la caja fuerte.

Durante el domingo por la tarde los asesinos vigilaron la casa de doña Elda para esperar que la mujer estuviera sola. Al ver salir a su hija Cynthia y al novio de ésta, Alejandro Carlo Valera Baeza, y abordar el auto del joven, un Ford Thunderbird, el nieto Luis Fernando Méndez Acosta los siguió disimuladamente hasta el estacionamiento de Plaza Dorada, pues los enamorados fueron al cine. El “custodio” aparcó cerca del vehículo de Valera Baeza para vigilar a la pareja cuando saliera de la función y dar aviso a sus familiares que en esos momentos estarían cometiendo ya el atraco.

Los criminales llegaron un poco tarde a la cita con doña Elda, alrededor de las 8 de la noche, y no a las 7 como habían acordado. Tras llamar a la puerta, ésta, muy confiada porque los conocía, les franqueó el paso. Ya dentro del predio, José Manuel Jiménez y Alejandro Méndez se fueron encima de la septuagenaria, a la que sometieron a golpes y amordazaron de pies y manos, además de taparle la boca con cinta adhesiva para que no se escucharan sus gritos.

Luego cargaron con ella a la planta alta, donde empezaron a golpearla salvajemente para que revelara dónde tenía las escrituras de las casas que les habían embargado, el dinero y las alhajas. Luego de más de una hora de estarla torturando a puñetazos y puntapiés por parte de Fernando Méndez, el más sanguinario de todos ellos, e incluso haciéndole heridas punzocortantes en el rostro y las manos, la mujer no confesó, por lo que el abuelo Moisés Méndez decidió estrangularla con un cable de teléfono.

Luego los criminales se dedicaron a revolver toda la casa en busca de los documentos, dinero y joyas, pero solo pudieron encontrar un cuantioso lote de alhajas que metieron en uno de los bultos que llevaban.

Fue cuando, alrededor de las 10 de la noche, llegaron los novios a la casa después de su paseo. Sin saber lo terrible que ocurría dentro, Cynthia dio vuelta a la llave para entrar, y luego de que su novio entrara también, los asaltantes los atacaron a navajazos y martillazos. Fernando Méndez se encargó de la joven bailarina, a la que empujó hasta el baño de visitas que está inmediatamente a la derecha de la puerta principal, donde la golpeó repetidas veces con un mazo (que habían llevado para forzar las cajas fuertes), hasta destrozarle el cráneo, mientras que los otros agredían a Valera Baeza, quien se defendió ferozmente, pues es karateca, dejándolo inconsciente al pensar que lo habían matado después de propinarle unas 15 cuchilladas y varios martillazos en la cabeza.

Minutos después, alrededor de las 22:15 horas, arribó a la casa el esposo de doña Elda y papá de Cynthia, don William Ricalde Gamboa, que había ido al súper a comprar productos de limpieza, y estacionó su coche en el garaje que está en la calle 55-A. Bajó las bolsas del mercado y cuando se dirigía a su domicilio vio unas sombras que salían de éste, y los sujetos también lo vieron y uno de ellos lo llamó, pero los notó sospechosos y le dio miedo, alejándose, lo que aprovecharon los intrusos para salir corriendo y desaparecer en la esquina de la calle 70, dirigiéndose con rumbo al parque de Santiago para perderse en la obscuridad de la noche.

Ya después don William entró a la casa y descubrió la dantesca escena, por lo que dio aviso a la Policía, llegando al sitio numerosos agentes que invadieron la zona.

Esa misma noche dos de los asesinos abordarían un autobús de regreso a Ciudad del Carmen y al día siguiente en la mañana, otros dos, quedándose en Mérida Fernando Méndez y su hijo Luis Fernando.

Cometieron muchos errores

A pesar de lo sanguinario que eran, estos delincuentes resultaron muy torpes en la ejecución del asalto, pues cometieron muchos errores que los llevarían a su irremediable captura.

Fue por ello que, aunque no se publicó en su momento, ya habían sido prácticamente identificados días después de los sangrientos hechos.

Su primera pifia fueron las numerosas llamadas telefónicas a doña Elda, todas ellas registradas desde días antes para acordar la cita. Además, fueron vistos comiendo horas antes en una lonchería del parque de Santiago.

También, el nieto encargado de vigilar a la pareja de novios se durmió cuando estaba estacionado en Plaza Dorada y no se dio cuenta que los novios salieron del cine. Cuando despertó, avisó a sus familiares por celular, pero ya era tarde, porque los enamorados estaban llegando en esos momentos a la casa y no les dio tiempo a los homicidas de escapar.

 

Asimismo, pensaron que habían dado muerte al novio de Cynthia, pero éste sobrevivió y fue quien identificó a los criminales luego de pasar casi dos semanas en terapia intensiva en la Clínica de Mérida.

También, no tomaron en cuenta que la prestamista era muy meticulosa y anotaba todo, tenía la lista de deudores y la hora de las citas con sus clientes.

Y, por si fuera poco, durante el ataque a los jóvenes se les cayó un celular, y en su desesperación por escapar, dejaron un morral con el lote de alhajas que habían hurtado, confundiéndolo con el que llevaban las herramientas. Y peor aún, en este bulto tenían unos boletos de pasaje usados Ciudad del Carmen-Mérida con fecha del viernes 20.

Ya con todas esas pistas, la Judicial fue armando un sólido caso y con ello no les fue difícil dar con la familia de criminales. Primero fue detenido Fernando Méndez en su casa de Villas La Hacienda en base a sus amplios antecedentes penales y éste, durante el intenso interrogatorio, se quebró y terminó confesando su participación en el doble asesinato e inculpando también a sus familiares y a su empleado.

En Villahermosa fue detenido el abuelo Moisés Méndez, en tanto que en Ciudad del Carmen fue capturado Jiménez. El nieto Luis Fernando fue aprehendido en Mérida.

Ya durante el juicio tuvo importante participación el departamento forense, al identificar huellas hemáticas de los delincuentes, así como cabellos y restos de epidermis de éstos encontrados en las manos y uñas de sus víctimas.

Como colofón de esta terrible historia, diremos que después de cometer estos abominables asesinatos, los criminales ni siquiera pudieron recuperar las escrituras de sus predios embargados, ni tampoco robar dinero, y las alhajas de las que se habían apoderado, las dejaron olvidadas. O sea, todo les salió mal, yéndose tintos de sangre pero “en blanco”.

Salen libres dos

Como señalamos, a excepción de uno, Manuel Méndez Angulo,  que fue atrapado después, y otro, su hijo Alejandro Méndez Hernández, con el que nunca se dio su paradero y sigue prófugo, dos ya purgaron su condena al salir libres tras cumplir casi 20 años de prisión. El abuelo Moisés Méndez, ahora de 85 años de edad, y su hijo Fernando dejaron recientemente el penal meridano al recurrir a un amparo de la justicia tras cumplir más del 70 por ciento de su sentencia de 25 años. Cabe señalar que ninguno reconoció su culpabilidad en este doble crimen, diciendo ser solo “chivos expiatorios”.

Leyendas urbanas

Este episodio dejó tan marcado al vecindario santiaguero, que gente de la zona cuenta que hay noches en las que se escuchan gritos de terror en el interior del inmueble, y se ven sombras caminando a pesar de que la casa estaba deshabitada.

Actualmente el predio está ocupado como bodega por un conocido restaurante, pero por la noche no queda nadie dentro y es cuando se oyen ruidos extraños en el interior.

Incluso existe una leyenda urbana sobre un policía que vio a la anciana asesinada en el jardín de la casa.

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