Género y poder en la tradición oral

Raúl Lara Quevedo: Género y poder en la tradición oral.

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A la memoria de una maestra
que se convirtió en amiga
Gloria Herrera Garnica

¿Qué hay de los cuerpos que resisten a las inclemencias de la historia?, la carne no es propia, es de quien la nombra, es que lo subalternizado es observado, controlado, y lo masculino genera poder desde su jerarquía, he aquí algunos ejemplos: Cristóbal Colón, Adán, Zeus, Benito Juárez, Vishnu. Como se percata todos estos signos de poder tienen algo en común: lo masculino como molde de humanidad. ¿Dónde queda Josefa Ortiz de Domínguez, Yocasta, Hipatia, Dulcinea del Toboso o María Uicab?, ¿la historia tuvo género? Lo masculino narró a lo femenino desde una posición de poder y control postularía Foucault; Galtung lo justificaría como acciones naturalizadas e invisibilizadas en el contexto. Sin embargo, la misma tradición oral aprovecha el clandestino modelo de la propagación para visibilizar el significado de lo femenino y desde ahí oponer resistencia, transmutando las realidades a contar.

Y así narramos las alternativas, cuál epopeya colectiva que resiste desde la potente figura femenina que termina siendo eco imponente y disruptivo. Veámoslo desde el tema dogmático y de la mutilación histórica que privó de visibilidad a una Lilith desde la narración de Gilgamesh, la mujer que resiste y enfrenta a su creador, hecha de la misma tierra que Adán, del mismo soplo de vida divino es condenada por la historia y lo masculino. El artefacto del poder dogmático nulifica, la transforma en un ser demoníaco con fauces y alas de murciélago. Su pecado en el paraíso, exigir trato igualitario ante el creador, Eva sustituye el signo, su existencia depende de la costilla del hombre, bajo su eterno cuidado. ¡Deidades necias que acusáis a la mujer sin razón!

Miremos a una Safo de Mitiline o de Lesbos que desde su inquieta búsqueda de narrar espacios se le excluye y nulifica en una isla por promover libertad de género y sexualidad, esto a razón de la incomodidad de aristócratas griegos que ven en este libertinaje discursivo un peligro para las normas de la sociedad androgenizada. Pese a esta segregación Safo sigue narrando un discurso estético, ofrecido al culto de Afrodita que aborda el intelecto y la belleza, hitos femeninos como la pubertad y el matrimonio.

Sin duda, el poder de narrar ejerce control en lo narrado, desde esta mirada panóptica se subalterniza desde la otredad, llega el ejemplo de la Xtabay o X-Keban (pecadora) como se le nombra a la mujer de larga cabellera que acosa de noche a los viajeros a manera de la femme fatale. Se narra como en vida tenía mala reputación por ser enamoradiza, esta libertad cuesta la nulificación o trasgresión histórica, de nuevo la tradición oral masculinizada castiga.

Nuestra historia puede limitar, pero la palabra dilucida el espacio de la equidad que se aspira y se desea narrar. De la Xtabay a Dulcinea, de Safo a Lilith, la figura de personajes femeninos transgrede y rompe la historia oficial. Toca narrar historias no contadas, que den equidad a un legado discursivo, que cuenten mejores entornos para las generaciones venideras. Narrar para horizontalizar y destronar lo androgenizado.

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