Dejan a una ancianita en el olvido

La mujer un día antes había estado enferma pero por falta de recursos no asistió al doctor.

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Doña Lily tiene dos hijos enfermos con mal de parkinson a los que ella atiende. (Harold Alcocer/SIPSE)
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Claudia Martín/SIPSE
CHETUMAL, Q. Roo.- Lily Ocaña de 82 años de edad, quien se encarga de cuidar a sus dos hijos adultos, con mal de parkinson, no está recibiendo apoyos de organizaciones gubernamentales, más que los mil pesos bimestrales que se le entregan a través del programa federal 65 más.

La mañana de ayer, decidimos visitar a doña Lily, la encontramos desayunando pozol, al notar que nos encontrábamos afuera de su casa, se retiró de la mesa y salió a recibirnos. Nos llama la atención que uno de sus hijos, Eliezer Cruz Ocaña, de 52 años, no se encontraba y al preguntarle dijo que “salió a caminar”.

“Cada vez me canso más, le pido a Dios que me de fuerzas para poder con estos muchachos. Me aseguraron que iba a venir un médico pero nunca llego, y pues para ir al centro de salud necesito dinero, que no tengo, y me da miedo dejarlo solo a Rubicel porque se enreda con la hamaca y me da miedo se vaya ahorcar”

Mientras platicaba de sus hijos, doña Lily, empezó a tocarse la frente y al preguntarle que si todo estaba bien, dijo que se sentía muy cansada y que la noche anterior había tenido calentura, pero que no podía ir al doctor porque temía dejar a Rubicel solo.

Despensa continúa sin llegar

Ante la pregunta expresa sobre la despensa que presumiblemente cada 15 días recibiría por parte del Sistema para el Desarrollo integral de la Familia (DIF) Municipal, contó que no ha llegado más que una sola vez. 

A escasas dos cuadras de la vivienda de doña Lily, se observó la silueta de un señor con una bolsa roja, esas que se regalan en campaña, deambulando a media calle, quien estaba siendo esquivado  por los automovilistas para no ser atropellado. Al acercarnos nos dimos cuenta que se trataba de Eliezer, por lo que lo acompañamos hasta su casa.

Eleazar llega a su casa

“Aquí vivo, aquí vivo”, repetía Eliezer alencontrarse a unos pasos de la puerta, empezó a gritar “ya llegue mamacita, ya llegue”, su madre quien escucha con mucha dificultad, se percató de la presencia de su hijo hasta que este se encontraba en la entrada, “donde andas muchacho, metete porque va a llover”, lo sujeta del brazo, la playera y lo ayuda a subir y una vez más sentarse en la hamaca. 

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