‘El Chino Morales’, testigo de la historia de Bacalar
El cronista ha visto el desarrollo poblacional y urbano del municipio desde hace 60 años.
Javier Ortiz/SIPSE
BACALAR, Q. Roo.- Una silla de plástico tipo pupitre, unas gafas y la sombra de un árbol, es todo lo que ocupa el cronista de Bacalar, José Morales Rosas, conocido como “El Chino Morales” para escribir un diccionario en la lengua maya.
Trabajo con el que pretende desmentir el diccionario que se usa actualmente en las universidades donde algunas palabras vienen modificadas o compuestas, lo que resulta imposible, ya que de acuerdo con el análisis profundo que ha realizado por espacio de varios años, la lengua maya no se puede modificar en virtud de que cuenta con varios candados en su composición.
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Hablar con él es transportarse imaginariamente a la época de los Itzaes, de su incursión por la laguna, su legado, es remontarse a varios años de distancia hasta centrarse poco a poco a la actualidad, pues ha sido testigo del desarrollo poblacional y urbano que ha registrado la cabecera municipal los últimos 60 años.
Se apasiona cuando habla del primer cuadro de la ciudad que se formó alrededor de El Fuerte, donde por muchos años habitó la familia Buitrón, las primeras calles alrededor del parque y la forma en que se fue extendiendo de manera paulatina hasta después del Libramiento.
“El surgimiento de Bacalar y su crecimiento se debe al magisterio, porque muchas familias provenientes de diversas partes del país vinieron a establecerse a Bacalar para acompañar a los hijos que ingresaban a la Normal”.
A eso se debe la falta de identidad propia de los bacalarenses, porque es una mezcla de mexicanos provenientes de diversos estados como Campeche, Yucatán, Chiapas, Oaxaca, Puebla y otras del centro del país, subrayó.
Fue nombrado cronista de Bacalar durante el Consejo Municipal que encabezó Francisco Flota Medrano, pero durante el trienio anterior, de José Alfredo Contreras Méndez, fue relegado, “por mis ideas izquierdistas, pero han de entender que toda mi formación fue así, porque las escuelas de ese entonces tenían esa inclinación”.
Con la actual administración municipal también fue condenado al olvido, lo visitan en su humilde morada estudiantes, investigadores y maestros que requieren datos para complementar trabajos de investigación. Aporta datos, detalles y fechas sin consultar sus libros, pues dice que los sabe de memoria.
Su modesta vivienda ubicada en la colonia Cinco de Mayo, está rodeada de plantas, pues es un amante de la botánica, en el predio “La Rejita”, un espacio que recuperaron los bacalarenses, instaló un jardín botánico con plantas de la región. También escribió un libro que llamó “El Médico de los Pobres” que trata del uso de plantas medicinales para todos los males, el cual tradujo al maya. Fue poco conocido, porque sus recursos apenas alcanzó para fotocopiar algunos ejemplares y distribuirlo entre sus familiares y amigos.
Ese compendio de varios años de investigación y entrega corre el riesgo de perderse, como sucedió con “Chetumal, un siglo de historia” que no conserva porque el único ejemplar que tuvo se lo prestó a un amigo que nunca le devolvió.
A mano, en manuscrita y en una libreta, se encuentra realizando su último trabajo que es un diccionario en maya, que dice estar seguro, desmentirá el diccionario Español-Maya-Español que utilizan en las universidades del estado de Yucatán, porque utiliza palabras compuestas imposibles de modificar, debido a que la lengua cuenta con candados en cada una de sus palabras.
Dice que no le preocupa el estado de abandono en el que lo mantienen las autoridades, pues la historia y la edición de sus libros, es su máxima preocupación, pero quien requiere de sus conocimientos con gusto los atiende.