Bacalar, su cultura y sus retos ambientales, en The New York Times

El rotativo estadounidense dedica un artículo a los atractivos y desafíos que enfrenta el Pueblo Mágico.

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(Adrian Wilson para The New York Times)
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Redacción
BACALAR, Q. Roo.- Los atractivos turísticos, naturales, culturales y artísticos de Bacalar  protagonizan un artículo que fue publicado en el periódico The New York Times esta semana.

La periodista Lauren Sloss, especializada en viajes, comida y música relata su experiencia por el Pueblo Mágico, cuenta un poco sobre sus historias de piratas y la belleza de sus paisajes, sin embargo no deja de lado los problemas de contaminación que amenazan a la Laguna de los Siete Colores.

El hecho de que Bacalar tenga una mención de este tipo en The New York Times es relevante debido a que se fundó en 1851, año en el que ganó su primer Premio Pulitzer, desde entonces ha conseguido dicho reconocimiento 125 veces.

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Se distribuye en Estados Unidos y en otros países, y es un referente del periodismo a nivel mundial.

 

Aquí compartimos solo un fragmento del artículo.

La primera visión de Laguna Bacalar se sintió como un espejismo, un destello de turquesa luminosa a través de una neblina de árboles. Veintiséis millas de largo y poco más de una milla de ancho, el "Lago de los Siete Colores" serpentea a través de la jungla, contando historias de orígenes mayas y ataques piratas.

Los tonos cambiantes, cortesía del fondo blanco de piedra caliza de la laguna, prácticamente exigen ser fotografiados y me rendí, pero mi foto no era una comparación con la realidad, o con los 443 mil y contando imágenes de #bacalar en Instagram, mostrando la laguna desde diferentes puntos de vista, en diferentes momentos del día, con hermosas personas en columpios frente al mar y barcos llenos de juerguistas que crían cervezas frías.

Si te fijas bien, esas fotos también muestran otras cosas: colores que, aunque impresionantes, ya están disminuidos. Personas de pie y caminando sobre estromatolitos, formas de vida antiguas de gran importancia científica. Contaminación, nubes negras literales en aguas azules, ignoradas o desapercibidas por esas felices parejas, familias y amigos.

Comencé a escuchar susurros sobre el lago y la ciudad de Bacalar en el extremo sur de Quintana Roo a principios del año pasado: de un conductor de Uber en Denver, afuera de un bar de mezcal en la Ciudad de México, de un divemaster en la costa de Cozumel.

Había venido a verlo por mí misma en mayo y regresé en noviembre; se sintió tan milagroso como la primera vez. Pero mi segunda visita también amplificó mis preguntas sobre Bacalar. ¿La belleza de otro mundo de la laguna, su absoluta capacidad de Instagram, iba a ser su ruina? ¿Estas imágenes, instantáneas de vacaciones sin preocupaciones, se convertirían en recordatorios conmovedores de algo perdido? ¿Y mi presencia solo iba a acelerar la destrucción?

Puedes leer la publicación completa, aquí.

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