Por Rafael R. Deustúa

Casi todas las películas requieren que uno tenga un cierto estado de ánimo para verlas, para empezar ganas de ver un filme de acción o una comedia. Pero otras piden mucho más, como un “estado de ánimo filosófico, pausado y empático hacia los infortunios de un capitalista atrapado en el extranjero”, en éste último caso o si quiere ver una buena actuación de Tom Hanks, “Un holograma para el rey” es para usted.

Alan Clay acaba de ver como su vida se despedazó al llegar a la mediana edad y no está muy seguro de qué pasó, pero toma la última oportunidad que le queda para ganar algo de dinero: viaja a Arabia Saudita para vender al rey un avanzado sistema de teleconferencias. Sin embargo allá se topa con un mundo completamente ajeno a él donde nada ocurre como esperaba.

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El director de “Corre, Lola, corre”, el alemán Tom Tykwer escribió el libreto de ésta película basándose en la novela homónima de Dave Eggert, una historia de redescubrimiento, un tanto al estilo de “Comer, rezar, amar” pero enfocada al público masculino. El problema con el guión es que todo el tiempo da la sensación de que uno está viendo una metáfora, pero siempre te falta una última pista para terminar de entenderla.

En su dirección Tykwer mantiene esa misma incógnita, como queriendo que uno se sienta tan perdido como Clay en una civilización extraña y sigue con más de lo mismos hasta que llegas al punto clave en la experiencia de la película: Cuando decides que quieres ver a donde va, ya sea por simpatía o curiosidad morbosa... o de plano te levantas y te vas.

El encargado de evitar que te vayas, y la principal razón para no hacerlo es Tom Hanks. El hombre despliega todas sus armas interpretando a Clay, lo mismo nos hace reir que nos interesa en sus problemas, pero solo hasta cierto punto, pues en un libreto repetitivo hay un momento en que vemos a Hanks interpretarse a sí mismo. Se interpreta muy bien, eso es innegable. Lo acompañan Alexander Black, Sidse Babett Knudsen y Sarita Choudhury en buenos papeles.

La película transcurre pasiva y tranquila, con buena fotografía de Frank Griebe, es agradable y puede dar que pensar si uno está de humor para reflexionar, de otra manera se convierte en una experiencia cansada.