Huracán Wilma, 17 años de aprendizaje para Quintana Roo
Más del 90% de la infraestructura turística de Cancún Playa del Carmen, Cozumel e Isla Mujeres quedó destruida por el ciclón.
Hay sucesos que se convierten en parteaguas, acontecimientos que definen un antes y un después en la vida de una persona, de una ciudad o de un estado y ese es el caso de Wilma, uno de los huracanes más potentes y devastadores de historia, que tras su paso por el Caribe mexicano, hace 17 años, dejó algo más que sólo inundaciones y destrucción: se convirtió en una fuente de aprendizaje que a la fecha se sigue aplicando.
El 18 de octubre, la fuerte depresión tropical que se había formado en el Atlántico apenas tres días antes se convirtió en el Huracán Wilma, un fenómeno que sorprendió a todos por su rápida evolución, pues en poco más de 24 horas pasó de tener vientos de 110 km/h a 280 km/h; un potente categoría 5 que se enfilaba hacia Quintana Roo.
“Tuvimos minutos de mucha tensión, con todos siguiendo las proyecciones del huracán. Teníamos la esperanza que siguiera la ruta del huracán Gilberto, que atravesó el Estado de forma rápida y sin provocar tantos daños”, recuerda el entonces gobernador Félix González Canto.
Conforme la trayectoria de Wilma se acercaba más y más a suelo quintanarroense y debido a su velocidad de desplazamiento, González Canto explica que decidieron prepararse para lo peor.
En tiempo récord lograron resguardar en los refugios a toda la población vulnerable de las zonas más marginadas, así como a los turistas que se encontraban en la ciudad de Cancún, Playa del Carmen, Tulum y Cozumel, éste último el primer punto donde tocaría tierra.
“Cuando llegó el momento, nos dimos cuenta que atravesó Cozumel, llegó a Playa del Carmen, y cuando pensamos que iba a repetirse la misma historia que el Gilberto, de repente giró bruscamente y se dirigió hacia Cancún, donde se estacionó por casi 72 horas, provocando millones de pesos en daños por sus lluvias torrenciales y vientos de casi 300 kilómetros por hora”.
Huracán Wilma toca tierra
Para ese momento, en Playa del Carmen, el meteorólogo Luis Antonio Morales Ocaña llevaba ocho años en los servicios atmosféricos; sin embargo, nunca le había tocado vivir en carne propia los efectos de un ciclón y al mismo tiempo monitorearlo.
Y no sólo fue la trascendencia de haber sido su primera experiencia profesional de este tipo, sino la magnitud que representó, algo que hasta la fecha no olvida. A 17 años del impacto de Wilma, recuerda los acontecimientos y la enseñanza que les dejó sobre la prevención para futuros eventos meteorológicos.
“Estábamos monitoreando una formación que estaba en Jamaica, Wilma no fue un ciclón caboverdiano, se formó de manera extraña en el Mar Caribe, posteriormente supimos que iba a impactar en Playa del Carmen… en la tarde del jueves nos despedimos y nos fuimos a nuestras casas, los vientos de Wilma ya se comenzaban a sentir”, recuerda Morales Ocaña.
El jueves 20 de octubre de 2005 a las 5:00 horas, las autoridades reportaron a Wilma a 320 kilómetros al sureste de Cozumel con categoría 4 en la escala Saffir Simpson y vientos de 240 kilómetros por hora.
A las 10 horas de ese mismo día informaron que el ojo del ciclón alcanzaba un diámetro de 65 kilómetros de longitud. Por la noche, los efectos de tormenta tropical comenzaron a sentirlos habitantes de Playa del Carmen y Cozumel.
Conforme las horas pasaron, ya en la madrugada del viernes 21, el viento aumentó de intensidad; no obstante, para al mediodía, la calma llegó pero era momentánea, el ojo estaba encima de los dos municipios.
Posteriormente vino lo peor. Wilma atacó con fuerza de huracán categoría 3 por más de 24 horas. La destrucción se oía afuera de los refugios, ocasionada por los fuertes vientos.
La “joya de la corona” en peligro
Lluvias, vientos y destrucción fue lo que dejó este fenómeno que literalmente se estacionó por más de 60 horas en el destino turístico más importante del país: Cancún y la potencia de sus ráfagas se llevaron no sólo la tranquilidad de turistas y habitantes, sino uno de sus tesoros más preciados, sus playas.
“Cuando se fue el huracán de inmediato salimos a realizar el recuento de los daños, pero el panorama fue devastador: miles de viviendas sin energía eléctrica por la afectación a la infraestructura de la Comisión Federal de Electricidad, millones de pesos en daños a comercios, espectaculares, y el golpe que más le dolió a Cancún: la pérdida de toneladas de arena de sus playas”, comenta el ex gobernador González Canto.
De inmediato comenzó la reconstrucción de Cancún, la “joya de la corona” turística estaba devastada y con ella los ingresos en ese rubro no sólo del estado, sino del país. Se contó no solo con el apoyo del Gobierno Federal, con los militares y el Plan DN-III, así como 80 elementos del a Cruz Roja Mexicana sino también de los otros estados, quienes mandaron agua, víveres y otras ayudas para la población local.
“Tuvimos que hacer uso de una logística sin precedentes para mantener la seguridad de 50 mil turistas que se quedaron atrapados en el destino, mientras al mismo tiempo los agentes de seguridad trataban de mantener el orden con los saqueos a comercios que sucedieron después del Huracán” detalla el ex gobernador.
Las barricadas y autodefensas que Wilma creó en Cancún
A 17 años de distancia, Rodolfo García Pliego, entonces secretario general del Ayuntamiento de Benito Juárez en 2005, durante la administración del presidente municipal Francisco Alor Quezada, recuerda vívidamente que, debido a los saqueos, la inseguridad se sumó a los retos que dejó el huracán.
“Sucedió en toda la ciudad, fue impactante, parecía un estado sitiado con las fogatas y, a nosotros como autoridades municipales y estatales se nos interrogaba a qué habíamos ido (...) Al llegar a las colonias en los recorridos realizados con el gobernador Félix González Canto, la gente tenía hogueras a la mitad de la calle y una especie de cuerpos de vigilancia y ahí no entraba nadie que no fuera del barrio (...) Había que andar con mucho cuidado”, explica el funcionario.
Recordó que los saqueos comenzaron en las tiendas de conveniencia, casi después del paso del huracán sobre la ciudad, para robar algunos productos de primera necesidad, pues la estancia del huracán en Cancún se alargó más allá de lo previsible.
“No trato de justificar, pero creo que influyó mucho el haber previsto para el término de tres días, pero nadie imaginó que ‘Wilma’ se estacionara en la ciudad. Casi inmediatamente después de que pasó el fenómeno, mucha población comenzó a saquear las tiendas de conveniencia, rompiendo cristales y la capacidad de la Policía no fue suficiente, porque fue algo generalizado”.
Ante ello, comenzaron a surgir grupos que saquearon tiendas de distintos giros y plazas, no para llevarse productos de primera necesidad, sino otro tipo de mercancías, como electrodomésticos.
En este caso, dijo que se tuvo que poner a disposición del Ministerio Público a mucha gente, que poco a poco fue obteniendo su libertad tras regresar las cosas que saquearon, aunque algunos fueron procesados.
Esta situación representó un reto más para las cuadrillas de rescate y de reconstrucción conformadas por elementos del Ejército, la Marina, así como de trabajadores de la CFE-para restablecer el servicio de energía eléctrica-, en combinación con los miembros de la Dirección de Servicios Públicos del municipio, quienes recogieron los escombros.
“El daño fue descomunal. El sistema eléctrico quedó totalmente caído, no sólo en Cancún, sino en Playa del Carmen, Cozumel, Isla Mujeres y demás localidades aledañas al municipio”.
García Pliego considera que Wilma cambió la fisonomía de Cancún, pues antes de la llegada de este fenómeno, las torres de alta tensión de CFE, que se ubicaban sobre la avenida Bonampak, estaban a la vista, pero a raíz de este desastre natural, se decidió que esta infraestructura fuera subterránea.
La lección aprendida
De 2005 a la fecha más de una decena de fenómenos meteorológicos han pasado por Quintana Roo, pero en lo que coinciden todos los entrevistados y quienes vivieron esta experiencia es que Wilma dejó una enorme lección que se aprendió y muy bien, pues en todos los casos posteriores ha primado la prevención.
Para todos, el balance de aprendizaje es positivo, pues esto reafirmó la cultura de protección civil y de la solidaridad en la entidad, no sólo de los ciudadanos, sino de autoridades, quienes aseguraron que el paso de Wilma es el recurso de que “los huracanes son impredecibles y que esto conlleva a situaciones extremas, de las cuales hay que aprender para que no se repitan”.