La mecánica sobrevive a la evolución del tiempo

Al principio, este oficio se aprendía de manera empírica, pero ahora, muchos jóvenes prefieren las universidades.

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En Cancún hay talleres de los tres tipos de motores: diésel, gasolina y motocicletas. (Jesús Tijerina/SIPSE)
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Agencia
CANCÚN, Q. Roo.- La mecánica automotriz es uno de los oficios que se ha mantenido pese a su evolución en el tiempo y la diversificación de especialidades que tiene, como la mecánica general, expertos en motores a diésel, gasolina, hojalateros, especialistas en clutch, frenos, rectificadores, por mencionar algunos.

Al inicio, la mecánica se aprendía de manera empírica; los profesores eran los dueños del taller, y los estudiantes los “chalanes”, quienes perfeccionaban los conocimientos con el paso del tiempo, aunque no era de manera inmediata, algunos pasaban hasta 10 años como asistentes de mecánicos.

“Este oficio tiene que llevar pasión, es un don de Dios, algunos sólo ven piezas y algunas fallas que deben de ser arregladas, hay que hacerlo bien, porque es tu carta de presentación con ese cliente, y con futuros clientes”, dijo Raúl Reyna González, mecánico con experiencia de casi 20 años en Cancún.

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En las nuevas generaciones, la mecánica ha pasado de un oficio a una carrera profesional, la única diferencia entre mecánicos y los ingenieros automotrices es el documento o papel que expide una casa de estudios, con el aval de la Secretaría de Educación Pública (SEP), o la Secretaría de Educación de Quintana Roo (SEQ).

El Ayuntamiento de Benito Juárez, a través de la Dirección de Fiscalización, tiene contabilizados poco más de 350 talleres, sin embargo, los mismos mecánicos refieren que hay más de mil 500, entre los regulados y no regulados, generando una competencia desleal, pues al no pagar impuestos abaratan la mano de obra.

En Cancún hay talleres de los tres tipos de motores: diésel, gasolina y motocicletas; aunque la tendencia de administraciones pasadas fue instalarlos sobre la avenida Puerto Juárez, mejor conocida como la “Talleres”, la realidad es que hay muchos locales que han abierto en diferentes zonas de la ciudad, como es las inmediaciones de la avenida Chichén Itzá, José López Portillo, Kabah y rutas 4, 5, 7, por mencionar algunas.

Se trata de abrir el cofre y platicar con la máquina

“Se trata de entender el lenguaje de la mecánica, abrir el cofre y platicar con la máquina, escuchar lo que el motor te pide que le arregles, es eso”, explicó Raúl Reyna González, originario del estado de Guerrero.

El interés y gusto por esta labor iniciaron cuando Raúl tenía ocho años; el entonces niño hacía sus carritos de juguete a partir de las cajas de leche, las cortaba a lo ancho para ponerles latas del producto condensado simulando que eran las llantas, en uno de los extremos le amarraba un cordón y las jalaba. Luego observaba los vehículos y se preguntaba:

“¿Cómo funcionarán esos (vehículos), el mío se mueve porque lo jalo, pero esos?”.

De un día a otro, decidió ir a un taller mecánico en el que trabajaba su hermano; fue con el dueño y le pidió permiso para trabajar como ayudante; sin embargo, se lo negaron porque estaban todos los espacios ocupados, así que decidió observar al hojalatero del mismo taller, sin cobrar un peso; Raúl ayudaba y aprendía de él, quien un año después se fue, dejando el puesto vacante; uno de los ayudantes ocupó el puesto, y Raúl fue promovido como “chalán”, pero aún no le pagaban.

Los mismos trabajadores lo apoyaban con algunas monedas los días de pago; aunque no era mucho, para Raúl significaba bastante.

En los años 80, el adolescente ingresó a la secundaria; en su primer año no enseñaban la materia de mecánico automotriz, por lo que decidió tomar el de refrigeración, cuando pasó a segundo, los de nuevo ingreso inauguraron el taller de mecánica, y Raúl aprovechaba los tiempos libres para ir a escuchar las clases y aprender un poco más.

A la par de la escuela, seguía trabajando en el taller. En una ocasión trajeron al taller un vehículo que se “ahogaba” al arrancar, era un Caribe reciente, de los primeros modelos con banda de tiempo, esa reparación representó un nuevo aprendizaje para el “patrón” y el joven, después de revisar minuciosamente, encontraron “el problema”, la banda ya estaba desgastada.

“Esa experiencia me marcó mucho, porque en el taller de mecánica en la escuela había un carro del profesor que llevaba ahí parado al menos tres meses, y no lo podían arreglar, yo le dije a uno de los alumnos que le cambiara la banda y arrancaría; sí cambiaron la banda, pero no la de tiempo, si no la del alternador, por eso no arrancó, entonces reté a uno de ellos, y les dije: si lo pongo a funcionar, le dices a mi profe que me pase, y aceptaron”, recordó Raúl.

Como era de esperarse, con la experiencia previa, Raúl y otro compañero del mismo nombre, lograron poner en marcha el auto, y eso les valió estar en boca de todos los estudiantes, recibiendo meses después, encomiendas de profesores o el mismo director para reparar vehículos.

Al salir de la secundaria continúo trabajando con el mismo maestro mecánico, quien le dio la oportunidad de irse y probar suerte en otros talleres, y regresar.

“En toda mi vida uno de los retos que tuve fue la reparación de una vibración en el motor de un Ford 79; fueron tres largos meses en los que el motor fue bajado en infinidad de veces, se hicieron adecuaciones, y al final logramos repararlo, el diagnóstico fue que ese motor lo armaron con piezas de diferentes vehículos, pero lo logramos”, explicó el mecánico.

Fue en 1999 cuando llegó a Cancún, y luego de cinco años de experiencias, conocer el mercado y probar trabajando en talleres, cuando Raúl decidió instalar su propio negocio, con los permisos y documentos requeridos por el ayuntamiento.

Actualmente las escuelas ven la práctica a partir de los motores con inyección electrónica, dejando de lado los orígenes o inicios del carburador, baterías con voltaje 6/8, pioneros en la industria automotriz.

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