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Por: Rafael Destúa

De las tres grandes películas de superhéroes que van en el año (“Deadpool” es punto y aparte), “X-Men: Apocalipsis” es de la que menos esperaba y la que más me convenció, puede que esas bajas expectativas ayudaran, pero el tema central común entre los filmes -la relación entre humanos y superhumanos- es más creíble en el contexto de “X-Men”.

A 10 años de salvar al presidente de Estados Unidos, Charles Xavier lleva feliz su escuela para jóvenes mutantes, adolescentes que consideran a Mystique una heroína clandestina dedicada a liberar mutantes oprimidos. Incluso Magneto vive de incógnito en Polonia, feliz con su esposa e hija. Tiempo ideal para que despierte y resurja Apocalipsis, un poderoso mutante que rigió el mundo hace cinco mil años, y su primer paso es diezmar la raza humana para esclavizar a los sobrevivientes.

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El libreto de Simon Kinberg es un pilar de la película, pues detalla situaciones sencillas que sumadas nos dan una compleja imagen que refleja distintos aspectos del drama de la relación entre humanos y mutantes. Los otros dos pilares son una buena dirección de Bryan Singer -para interesarnos, emocionarnos y entretenernos en cada etapa- y algunas actuaciones.

Singer inicia dando parámetros del poder de Apocalipsis y cómo es que fué “vencido” hace cinco mil años, luego salta a los años 80 para establecer cómo viven nuestros héroes antes que se desate el día del juicio. En un par de hilos narrativos presenta a los personajes dotándolos de emociones y personalidad con pequeños detalles, sus escenas son rápidas para mantener el dinamismo, pero no tanto como para perder el hilo.

En actuaciones, el peso recae sobre los veteranos James McAvoy (Charles Xavier), Michael Fassbender (Magneto), y Jennifer Lawrence (Mystique); la solidez de su trabajo da credibilidad a la historia. Son apoyados por un amplio reparto de secundarios que aprovechan sus respectivos momentos de gloria... salvo Sophie Turner, como Jean Grey, quien de repente no mantiene un estandar de calidad, a veces es muy buena y otras es mala. Evan Peters vuelve a robar cámara como “Quicksilver”.

Los efectos especiales y de sonido están a la altura de lo que puede esperarse de una superproducción de verano, son bien aplicados y logran su objetivo de maravillarnos. La dirección artística también merece aplauso.

En general, una buena película palomera que se disfruta incluso en la epidemia de superhéroes que vivimos.

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