Salvemos una vida: Llaman a valorar lo que se tiene y no perder la esperanza
La muerte es un proceso más de la vida, no hay que temerle; la salud, la familia, el trabajo y el amor de Dios son grandes motivos para continuar luchando y salir adelante
MÉRIDA, Yucatán.- Ante las adversidades que se presentan en la vida y que se han agudizado en los últimos dos años por la pandemia del coronavirus, es necesario reflexionar sobre lo que realmente se tiene, aprender a valorarlo, no envidiar lo que tienen los demás y, sobre todo, encomendarse a Jesucristo, quien todo lo puede, para nunca perder la esperanza, aconsejo ayer el padre Jorge Carlos Menéndez Moguel, al abrir la emisión del programa radiofónico “Salvemos una vida”, que se transmite todos los viernes por la estación Amor 100.1 FM de Grupo SIPSE.
Acompañado de Marilis Escalante, en el programa radiofónico que se efectuó de 11:00 a 12:00 horas, el sacerdote abundó un poco más sobre las causas y factores que a veces provocan que una persona pierda la esperanza, así como las estrategias para reponerse y superar los problemas.
Agregó que desde hace casi dos años que comenzó la pandemia del coronavirus, los motivos por los que las personas pierden la esperanza han sido mayores, en particular porque han fallecido cientos de personas que conocemos, como amigos, compañeros de trabajo y familiares, refirió que hay que entender que la muerte es un proceso más de la vida y no hay que temerle.
Indicó que dejar a un lado la envidia y anhelar lo que otros tienen es una buena manera de empezar a dejar todo eso que a veces propicia que se pierda la esperanza, y en vez de ello, valorar lo que se tiene, como la salud, familia, trabajo y sobre todo el amor de Dios.
Explicó que cuando se trata de pérdidas, no solamente se refiere a la muerte de un ser querido, también pueden presentarse en el trabajo, estabilidad y otros valores que traen seguridad y que llevan a pensar ¿cuándo se va a detener todo esto?, para que la gente pueda sentirse un poco más tranquila y en paz.
“La muerte no es una noticia, quizás la forma, el día o la hora, pero que algún día todos vamos a rendir cuentas y atravesar la puerta de la muerte es una realidad, así se llame coronavirus, diabetes, cáncer, un accidente o la vejez, pero la muerte va a seguir dándose. San Francisco de Asís decía una frase muy cierta: la muerte es mi hermana”, abundó.
El “padre Manito”, como también se le conoce, refirió que despedir a los seres queridos es un proceso de la vida que todo ser humano va a seguir, por eso hay que aprender a no mirar la muerte como una agresión, sino que hay que adaptarse a despedir a la gente que se quiere.
Valorar lo que en verdad vale la pena
En otro aspecto, resumió que todas las personas tienen problemas serios en sus vidas y hay que entender que hay días nublados o de tormentas, pero la clave está en que ello no impida ver las cosas buenas que también se tienen y no ser “niños caprichosos” que se molestan por no tener lo que tienen los demás.
En ese sentido, ejemplificó que existe gente que tiene mucho dinero en la vida y al envidiarlos, se deja uno de dar cuenta de lo que como persona en realidad tiene. “¿Quién en la vida no tiene problema y no pasa necesidades?”, se cuestionó al reflexionar que el coronavirus ha hecho valorar lo que en verdad vale la pena.
Agregó que uno de los aspectos positivos de la pandemia es que muchos han pasado más tiempo en sus hogares y han disfrutado de la convivencia con sus familiares a través del diálogo, el consejo, la ayuda y la solidaridad, pues el que se “pierde en ocasiones es el que camina solo y se obstina por hacerlo así”.
“El coronavirus nos ha abierto los ojos para ver la importancia de ayudarnos los unos a los otros”, refirió, y explicó que a través del mundo han salido adelante los seres que se han sabido adaptar a los cambios, lo cual es muy importante para vivir.
Menéndez Moguel comentó que, por ejemplo, hay gente que piensa erróneamente que el coronavirus lo envió Dios como un castigo divino, que se basa en creencias de un muy antiguo testamento aunque la vertiente fue cambiando con el paso de los años y a la fecha ha quedado descartado, pues Dios no castiga.
Y en ese punto, insistió en que es importante entender que todos sufren alguna vez en la vida, tanto el bueno como el malo, no es consecuencia de un castigo divino, pues Dios no funciona “como un policía que está pendiente para ver si se comete o no un delito y arrestarlo o meterte a la cárcel”.
“Hay que pensar una cosa importante, cuando Dios crea al ser humano le otorga algo muy importante que es la libertad y la persona con ella, haciendo uso de ella, puede hacer el bien o el mal, lo que hay que reflexionar muy bien”, apuntó.
El mal tiene un origen en la libertad humana
El presbítero aclaró que el mal tiene un origen en la libertad humana y no en la voluntad divina, pues es consecuencia de las malas decisiones que el ser humano ha tomado o de una cadena decisiones malas que han implementado a lo largo de su vida.
Y envió un mensaje para aquellas personas que atraviesan por momentos difíciles y que a veces lastiman con sus comentarios, en el que resumió que echarle la culpa a Dios de los males o agradecerle de las bondades o beneficencias es no conocer del todo a Jesús, pues Él nos da la fortaleza para sobrellevar los problemas, pero también para poder tomar buenas decisiones.
Recordó que durante el tiempo en el que colaboró con el Movimiento Familiar Cristiano, en el que tuvo relación con muchísimas parejas, varias de ellas aún siguen unidas gracias al recurso del apoyo de Dios, por lo que aclaró que no es justo echarle la culpa de las cosas malas que nos pasan, pues eso es responsabilidad de cada uno.
“A veces queremos recoger frutos donde no hemos sembrado semillas, no hay nada regalado en la vida… ningún mar tranquilo hizo a un buen marinero, los buenos marineros son fruto de la marejada, de los problemas, tormentas y vientos huracanados; en la vida todos hemos tenido momentos difíciles, pero podremos salir adelante en nuestras arcas, no esperemos una vida fácil, pero sí una vida feliz”, finalizó.
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